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Marlins: ¿Receta para una reconstrucción o un desastre?

En menos de 150 horas, los Marlins cambiaron al intermedista Dee Gordon a los Marines de Seattle, a Stanton a los Yankees y al jardinero dominicano Marcell Ozuna a los Cardenales de St. Louis; licenciaron al lanzador dominicano Edinson Vólquez y conversaron con varios conjuntos para tratar de mover al jardinero Christian Yelich.
Mientras algunos lo llaman una reconstrucción obligatoria (al menos eso es lo que nos quieren hacer creer los nuevos dueños), la realidad es que este es el resultado de otra pobre supervisión de Grandes Ligas en los procesos de traspasos de clubes.
Tuvimos algo de eso cuando Jeffrey Loria compró los Expos de Montreal y luego a los Marlins y cuando Frank McCourt, sin un chele, se hizo con los Dodgers de Los Angeles, una de las franquicias más caras, populares y emblemáticas del deporte. Todas esas ventas resultaron un desastre para las franquicias y las ciudades involucradas, y por ende, para el béisbol.
Cuando el grupo liderado por Bruce Sherman y Derek Jeter compró los Marlins a Loria por $1,200 millones de dólares en octubre, inmediatamente se supo que su primer plan maestro era reducir la nómina salarial de $115 millones a cerca de $90 millones para el 2018 como parte de una estrategia de controlar el gasto al comienzo de la nueva gestión.
Para cumplir esa meta, Miami tendría que desprenderse de alrededor de $50 millones de dólares. Cuando se deshicieron de Stanton, sacaron $265 millones de los libros por la próxima década, incluyendo $25 millones en el 2018. Gordon ganará $10,8 millones la próxima temporada (de los $38 millones que devengará hasta el 2020), mientras que Ozuna, quien ganó $3,5 millones este año, tiene pendiente discutir su próximo sueldo en arbitraje salarial.
En esos movimientos, los Marlins adquirieron al intermedista dominicano Starlin Castro, quien ganará cerca de $24 millones en los próximos dos años, y nueve prospectos. También mandaron $30 millones a los Yankees para aligerar el compromiso de $295 millones por la próxima década con Stanton, el líder jonronero del béisbol y Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en el 2017.
Al despedir a Vólquez, quien se recupera de una operación "Tommy John", los Marlins asumen otros $13 millones de dólares en un jugador que estará con el club, pero ganan un espacio en el roster de 40. Vólquez fue operado en agosto pasado y en el escenario más optimista solo reaparecería en las últimas semanas de la próxima temporada.
Independientemente del balance que nos deje el ejercicio de sumar y restar salarios, al salir de sus principales estrellas, la situación de los Marlins empeora,en lugar de mejorar como pensaban mucho que pasaría cuando Loria abandonara la oficina central de la casa grande de La Pequeña Habana.
Aparentemente, nadie en la oficina del comisionado de Grandes Ligas se toma el tiempo en revisar el crédito de las personas que compran uno de sus equipos. De hacerlo, se habrían ahorrado el papelón que hizo Loria en Montreal y Miami, McCourt en Los Angeles y que están haciendo Jeter, Sherman y el grupo completo que adquirió a los Marlins.
Todos los que estamos en el negocio de la cobertura de franquicias profesionales sabemos lo que significa un proceso de reconstrucción. Los Houston Astros, campeones de la última Serie Mundial, perdieron más de 100 partidos en tres temporadas consecutivas (2011-13), antes de saltar a la lista de contendores y finalmente atrapar el primer título de su historia.
Reales de Kansas City, Mets de Nueva York, Indios de Cleveland, Mellizos de Minnesota y hasta los propios Yankees, entre otros, han tenido algún tipo de "borrón y cuenta nueva" en años recientes.
¿Pero quién dijo que los Marlins no estaban cerca de completar el proceso de ponerse a varias piezas de optar por su primera clasificación a los playoffs desde el 2003? ¿No es más fácil completar un equipo contendor cuando ya se tiene a Stanton, Ozuna, Gordon y Yelich en el roster?
Si las Grandes Ligas son tan cuidadosas cuando eligen a sus nuevos socios en una industria que mueve alrededor de $10,000 millones de dólares anuales ¿Por qué no es una condición obligatoria que quien compre un equipo, además de pagar al antiguo dueño, tenga efectivo para manejar la empresa sin afectar el valor general del negocio? ¿Por qué aprobar la venta a un grupo que no tiene dinero para garantizar la estabilidad de una de las franquicias? ¿Por qué no simplemente decirle a Jeter y su grupo que no y seguir evaluando postores?
Cuando Magic Johnson, Stan Kasten y Mark Walter (del Guggenheim Partners) adquirieron a los Los Angeles Dodgers por $2,100 millones de dólares a McCourt en mayo del 2012, lo primero que hicieron fue hablar de crecimiento, de aumento de nómina salarial y de grandes proyectos, contrario al panorama de pobreza que trajeron los Jeter y Co.
Los Dodgers aumentaron la nómina de jugadores de $109,8 millones en el 2011 a $129 millones en 2012, a $236,8 en el 2013, a $257 en el 2014, a $291 millones en el 2015 y luego establecerla en alredor de $250 millones en cada uno de los últimos dos años.
Esa inversión se convirtió inmediatamente en un contrato de televisión regional de $8,300 millones de dólares, cinco títulos divisionales consecutivos y la primera aparición en la Serie Mundial desde 1988. Que la MLB no haya revisado que el canal que paga a los Dodgers no se ve en Los Angeles es harina de otro costal.
¡Para ganar hay que invertir! Es una de las reglas básicas de los negocios.
Todo el que está ligado al mundo del béisbol sabe que los Marlins tienen uno de los estadios más modernos de Estados Unidos (uno que le costó $630 millones de dólares a los ciudadanos), pero que también es una de las franquicias que menos recursos genera, debido, principalmente, a la baja asistencia de aficionados y el acuerdo de televisión regional más barato de las Grandes Ligas.
Mientras los Dodgers ingresan más de $200 millones anualmente por los derechos de televisión local, los Marlins reciben $20 millones en un acuerdo que llega hasta el 2020. Seattle Mariners y Diamondbacks de Arizona, que operan en mercados relativamente modestos, recibirán $100 millones y $75 millones promedio hasta el 2031 y 2035, respectivamente.
Mientras los Cachorros de Chicago vendieron sus tickets a un promedio de $150 dólares y metieron 3,2 millones de aficionados al Wrigley Field, las boletas de los Marlins tuvieron un precio promedio de $57 dólares en el 2017, cuando convocaron 1,65 millones de seguidores al parque. Los Dodgers solamente cargaron $45 dólares promedio a cada boleto, pero vendieron 3,765,856 este año.
¿Entónces vienen unos genios a decirnos que la fórmula para mejorar la asistencia al Marlins Park, elevar la atención en la franquicia y aumentar el valor del equipo para estar en una mejor posición cuando lleguen las negociaciones del nuevo contrato de TV es vendiendo a todos los jugadores que sean conocidos fuera del Condado Miami Dade?
"Hemos visto cómo una de las tiendas de joyería de Grandes Ligas se ha convertido en una casa de empeño'', dijo el miércoles el súper agente Scott Boras, hablando acerca de la situación de los Marlins en las Reuniones Invernales.
Boras tiene razón y hasta creo que se quedó corto. Y lo peor es que fue anunciado y Grandes Ligas no hizo nada para evitarlo.