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Martín Palermo y su primer gol con la camiseta de Boca

Martín Palermo es el máximo goleador de la historia de Boca. Y uno de sus grandes ídolos. Llegó a Boca a mediados de 1997 desde Estudiantes de La Plata, en un mercado de pases que tuvo también como protagonistas a los mellizos Barros Schelotto.

Justamente con Guillermo, Palermo iba a formar una de las grandes duplas del Xeneize y del fútbol argentino.

El primer gol del Titán llegó un 30 de septiembre de 1997, hace 25 años, en la victoria de Boca por 2 a 1 ante Independiente de Avellaneda, partido jugado en La Bombonera por el Apertura de ese año.

Martín anotó el 1 a 0 parcial al minuto de juego: en el primer ataque del equipo que dirigía en ese momento el Bambino Veira, un rechazo fallido de un defensor del Rojo dejó habilitado a Palermo, quien entrando por el centro del área definió cruzado, muy bien ante la salida de Mondragón.

Fue un tanto muy festejado por Martín, que llevaba 452 minutos sin convertir desde su debut, el 3 de septiembre ante Cruzeiro de Brasil, por la Recopa Sudamericana.

Ese día Boca formó con: Oscar Córdoba; Nelson Vivas, Jorge Bermúdez, Walter Samuel y Rodolfo Arruabarrena; Nolberto Solano, Alfredo Berti, Diego Cagna y César La Paglia; Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo.

La impaciencia de la gente se empezaba a hacer notar con el correr de los partidos. Palermo llegaba desde Estudiantes con el desafío de triunfar en un club grande, y estaba en la mira de la gente.

Es que el hombre surgido de Estudiantes debía ganarse a la hinchada xeneize, y era mirado de reojo. Claro, lejos de ser un jugador técnico, Palermo mostraba sus características como goleador: sus movimientos toscos, cierta torpeza en el andar, y la falta de eficacia de las primeras jornadas generaban incertidumbre sobre lo que podría dar.

Su pasado en Estudiantes lo tenía como un goleador prometedor, pero debía ratificar lo bueno de sus últimos torneos con el Pincha en el Xeneize: con el club platense había anotado 36 goles en 102 partidos.

En un principio, en el club platense, no había sido tenido en cuenta por Miguel Angel Russo, quien luego lo iba a dirigir en su paso como DT del Xeneize en 2007, cuando Boca se consagró campeón.

Quien sí le dio la chance de afirmarse como titular en el Pincha fue el Profe Daniel Córdoba, quien siempre destacó, y detectó cuando pocos lo notaban, ese optimismo por el gol que lo convertiría en un goleador diferente, letal.

En el Pincha también había tenido que pelearla desde abajo. Estuvo a punto de irse a préstamo a San Martín de Tucumán, pero el pase no se concretó.

En Boca la remó de entrada, hasta que el primer tanto llegó, y esa mochila que cargaba se empezó a hacer cada vez más liviana. Y terminó de vaciarse en el clásico contra River, en el Monumental, cuando Boca ganó 2 a 1 en el último partido oficial de Maradona, y el Titán marcó el tanto del empate parcial el 25 de octubre de ese año.

Así comenzaba a ganarse el corazón de la gente xeneize. Es que marcarle un tanto al clásico rival siempre da un plus para los jugadores que empiezan a dar los primeros pasos. Palermo sería más tarde un especialista en marcarle a River.

Su llegada a Boca se había dado por pedido de un grande: Diego Armando Maradona, quien formaba parte de ese plantel. "River y Boca estaban en puja por mi pase. Al final me definí por Boca. Maradona empujó para que vaya", reconoció más tarde.

Con 23 años, Palermo empezaba a escribir una historia llena de éxitos en Boca, que iba a poscionarlo con el correr de los años como el máximo anotador del club, con 236 goles en 404 partidos.

Ese tanto ante Independiente, con la casaca blanca y la banda azul en el medio a los 40 segundos de juego, fue el comienzo de un amor eterno con la azul y oro.