<
>

El fiasco inolvidable

BUENOS AIRES -- “Tenemos memoria, no podemos regalar nada”, dijo el Vasco Arruabarrena, entre otras consideraciones, en su último encuentro con la prensa.

Si bien el triunfo ante Tigre el próximo domingo consagraría campeón a Boca (el empate lo subordinaría a resultados ajenos), el DT insiste en que nada está definido. La memoria no es exclusiva del Vasco. Algunos hinchas se remontan más lejos y perciben en el ambiente las nefastas resonancias del Apertura 2006, torneo que Boca, de la mano de La Volpe, dejó escapar cuando lo tenía en el bolsillo.

La Volpe fue contratado ese año en reemplazo de Basile, requerido por la Selección. Y Boca, bajo la égida de Coco había ganado todo. De hecho, al momento de llegar el nuevo entrenador, acumulaba doce triunfos consecutivos.

El arranque de La Volpe fue pobre: empate en cero con Godoy Cruz. Aunque más grave fue el final. El equipo necesitaba apenas un punto sobre seis para dar la vuelta olímpica. Pero cayó ante Belgrano y luego ante Lanús y fue a un desempate, que también perdió, frente a Estudiantes. Parecía una maldición.

Hay dos sobrevivientes de aquel plantel: Gago y Cata Díaz. Por lo demás, no se perciben semejanzas entre ambas épocas.

Por lo pronto, La Volpe prefería jugar con una delantera de tres que sonaba letal: Barros Schelotto, Palermo y Palacio. Ciertamente, aquel equipo se ve, a la distancia, dotado de una épica, un palmarés y un espesor futbolístico superior al actual. Pero se quedó inexplicablemente en el umbral de una fiesta que estaba servida.

Aun con menos luces, el actual Boca demuestra una decantación cuyo resultado es un equipo compacto. Luego de una danza de múltiples nombres (se reforzó generosamente), el entrenador fue encontrando el equipo, cuyo plus estelar y de liderazgo lo aporta Carlos Tevez. No tiene grandes destellos, pero se anima a jugar bien (olvidemos el partido con Racing) y dispone de reservas y variantes por las que otros clubes darían la vida.

Ante River, por caso, Lodeiro, uno de los futbolistas más capaces del torneo, estaba en el banco. Le tocó entrar (con el pie derecho), convirtió el gol que le otorgó a Boca los tres puntos y fue un puntal de esa victoria.

Aquel equipo de La Volpe todavía gozaba del aura mágica del ciclo Bianchi. Una impronta ganadora que había revalidado con la conducción de Basile. Era la edad dorada de Boca. Pero es evidente que el cambio de monta le sentó mal.

La Volpe, un hombre temperamental e inflexible en sus convicciones tácticas, no tuvo un vínculo amigable ni mucho menos con sus dirigidos.

Un detalle que recordó hace poco Sebastián Battaglia: “Quiso imponer su idea sobre la marcha del torneo y el plantel no se pudo acomodar, no teníamos buena relación”, dijo en una entrevista reciente.

Por estos días, el trato entre futbolistas y cuerpo técnico es fluido. Quizá la cercanía de Arruabarrena, por su juventud, a los usos y costumbres de los jugadores facilite en gran medida la convivencia. Claro que este grupo armonioso debe dar el domingo el paso que demuestre su carácter de campeón y que las brujas no existen aunque las haya.