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Fraude de unidad

Tinelli y Segura, prácticamente, se resignaron y consideran unirse Getty Images

BUENOS AIRES -- Desde alguna esquina de la eternidad, don Julio Grondona sigue ejerciendo el control de la AFA.

La fallida elección no pudo poner fin a la dedocracia que rigió el edificio de la calle Viamonte durante 35 años. Como si la democracia –o una réplica bastante defectuosa, para ser más precisos– y el fútbol argentino se rechazaran mutuamente.

¿Se imaginan elecciones en la familia Capone? Bueno, esto es parecido. Para cierta gente, las cosas no se resuelven así, en un cuarto oscuro.

De modo que primaron la trampa, las apretadas de las barras, las fugas misteriosas y, por último, un hallazgo que revolucionará las ciencias matemáticas: el número 75 es divisible por dos. La AFA lo hizo.

Parecía que Marcelo Tinelli se perfilaba como ganador. Pero las promesas sobre el bidet se desvanecen rápido. Más de un dirigente que comprometió su adhesión al conductor de televisión, en el cuarto oscuro le devolvió su saludo clásico: chau-chau-chau-chaaaaaaau.

El pedido de captura internacional para De Luca y Meiszner no arredró a los capos de los clubes.

Ambos son emblemas de la corrupción asociada a Grondona, escuderos del extinto jefe. Sin embargo, la noticia policial no afectó la performance electoral de Luis Segura, otro delfín de don Julio, que obtuvo un sorprendente empate técnico.

¿Los dirigentes no detectan en Tinelli la suficiente voluntad de cambio o es que se sienten más cómodos en un sistema autoritario y corrupto?

Podríamos decir, como Borges decía del peronismo, que los responsables del fútbol argentino no son ni buenos ni malos sino incorregibles.

Tras el paso de comedia en Ezeiza, Segura y Tinelli salieron a poner la cara. Los dos optaron por subrayar su asombro. Como si hablaran de un accidente y no de un modus operandi naturalizado.

Pero lo imperdonable fue su interpretación de lo que suele llamarse “el mensaje de las urnas”. Coincidieron en señalar que la paridad surgida de los comicios los comprometía a la unidad.

Sólo un desprecio profundo por los mecanismos democráticos puede llevar a alguien a aceptar el veredicto de una elección trucha. Por mínima que haya sido la trampa.

Hasta se mencionó a un tercero en concordia para ejercer la presidencia, en lo que fue el clímax cómico de la noche.

Al parecer, el entorno de ambos presionó para que se desestimara la supuesta unidad (las teorías del consenso suelen esconder conductas antidemocráticas) y se repetiría la elección.

La única manera de mitigar la pantomima del jueves es justamente votar de nuevo. Y el que gane, así sea por un voto, que gobierne.

Forzar un acuerdo de partes por medio de elecciones fraudulentas suena demencial. Tan turbio como la autocracia grondoniana.