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La huella de Central

FotoBaires.com

BUENOS AIRES -- Rosario Central acaba de perder el invicto frente a un rival modesto como Patronato. Y la ocasión es buena –una derrota, una actuación deficiente– para exaltar los valores del equipo de Chacho Coudet a prudente distancia del exitismo.

En primer lugar, hay que decir que, en la reciente caída en Paraná, al margen de la eficacia variable que tiene que ver con la particularidad de cada partido (hoy las cosas salen bien, mañana no; así es la vida), jamás resignó su identidad. Vale decir que su estilo no es pose, no es manierismo. Está internalizado y esa es una gran noticia.

Aún con la sombra de una derrota que podía hacerlo perder la punta sobre la cabeza, no se desesperó, no tiró centros a la marchanta y probó casi siempre por abajo. Tratando de usar todo el ancho del campo y buscando la penetración por pases precisos y no por azar.

Quizá sea cierto que Central es el mejor equipo del campeonato. Quizá sólo sea el más seductor. En cualquier caso, da gusto verlo.

Y conviene reparar en los métodos para llegar hasta aquí. En contra de la chequera urgente que usan los que pueden, Central apostó a la continuidad de un técnico que no luce por sus aportes teóricos a la discusión táctica sino por su genuina y comprometida inclinación a un fútbol creativo, de posesión y de ataque.

Por lo demás, el semillero le dio sus rasgos distintivos. Quizá no sólo por el plus técnico, sino porque refuerza la conexión con el público y desarrolla, en la medida de lo posible en un ámbito híper profesional, cierta mística del arraigo.

La camiseta, ese tipo de cosas que suenan demodé pero que en una de esas todavía tienen su peso en la construcción de un equipo ganador. ¿Sería Marco Ruben el emblema por antonomasia si no fuera un producto de la casa? ¿Compartirían la mitad del campo dos chiquitos talentosos y con idéntica vocación de atacantes como Cervi y Lo Celso si no encarnaran la flamante horneada rosarina de volantes modernos (habilidad y colaboración defensiva; sutileza y sacrificio)? Quiero decir: si no fueran tan Canallas tanto el entrenador como los jóvenes en cuestión, ¿no se impondría la lógica de introducir un “volante de equilibrio” en lugar de superponer tareas?

Para la normalidad futbolística, dos habilidosos de ese tenor son una redundancia, un abuso, un desperdicio. Pero Central no está solo. En eso de disputarle protagonismo a las potencias con recetas generosas habría que destacar a dos equipos que también perdieron en esta fecha.

Uno es Defensa y Justicia, cuya estrategia fue revalorizar el excedente de los equipos grandes y la periferia del mercado (Bordagaray, Fredes, Magallán...). Y, sin perder la humildad ni achicarse ante nadie, desplegó una idea futbolística ofensiva. Sus aspiraciones protagónicas (casi una revolución cultural para un club nuevo en Primera, cuando la prioridad es resistir en la categoría) lo mantienen cerca de la punta y con un alto índice de goles. Veremos hasta dónde llega.

El otro derrotado es Lanús. Pagó caro errores en defensa por arriesgar en la posesión. El técnico Almirón reconoció las fallas, pero dijo que esa misma actitud es la que los impulsó hasta la cima de la tabla.

Alegrémonos entonces. Lanús seguirá siendo de los equipos que no le tienen miedo a la pelota. Ojalá que esta tendencia que lidera Central se consolide.