<
>

No la comparen con la Mano de Dios

BUENOS AIRES -- Por favor, no lo hagan. No comparen el gol de Perú con la Mano de Dios, esa obra maestra del fútbol mundial. Ojo, no se confundan: los argentinos le estaremos eternamente agradecidos a Raúl Ruidíaz por esta alegría, que tiene un enorme sabor a revancha.

Sin embargo, afirmar que el tanto peruano tiene alguna similitud con el primer gol de Maradona a los ingleses es casi un insulto, un sacrilegio.

Señores, el "10" era un fenómeno que tenía talento hasta para la trampa: escondió el puño dentro de su cabeza enrulada para marcar uno de los goles más recordados del fútbol. Minutos más tarde, dejaría atrás esa conquista con otra inigualable, el mejor gol de la historia de los Mundiales.

Para descubrir la mano de Maradona en México ‘86 hubo que mirar una y mil veces la repetición. Y si la jugada se pasa rápido, resulta imposible determinarla. Por el contrario, el gol de Ruidíaz fue lo más parecido a una clásica jugada de vóley, el típico manotazo salvador para evitar que el balón toque el piso y el punto sea para el rival.

Ni hablar de la mano de Tulio en la Copa América de 1995, cuando el delantero brasileño bajó la pelota con el brazo extendido, como cualquier ciudadano que quiere parar el colectivo, y luego definió para igualar el partido con la albiceleste, a la que luego eliminaría en los penales.

Ruidíaz aseguró tras el partido y sin ponerse colorado que la pelota le pegó en el "muslo". ¿Se imaginan, pasar a la historia por el "Muslo de Dios"? No suena muy marketinero.

Mientras el debate sobre el uso de la tecnología en el fútbol suma un nuevo capítulo, los argentinos estamos pasando un gran momento. La revancha tiene un gusto especial cuando se trata de Brasil, el más acérrimo rival.

Hay que decir, también, que el ignoto Ruidíaz de alguna manera limpió la imagen de su compatriota Alberto Tejada, el árbitro que en 1995 convalidó el tanto convertido por Tulio.

Hablando sólo desde lo deportivo, no contar con los pentacampeones como posibles rivales de cara al futuro no deja de ser un alivio: aunque lleguen de capa caída y con equipos sin jerarquía, contra nosotros siempre parece una “mano negra”, perdón por la palabra, que nos deja con las manos vacías. Recordemos, sino, las finales perdidas de manera consecutiva en las Copa América de 2004 y 2007.

Las manos de Ruidíaz y la de Tulio formarán parte de la galería de errores arbitrales que serán una anécdota cuando la tecnología diga presente en el mundo del fútbol. Pero nunca podrán ser comparados con la Mano de Dios. Por favor, no lo hagan.