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Racing y la crónica de un fracaso para nada anunciado

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La inesperada eliminación de Racing, en el ojo de SportsCenter (3:56)

Las cámaras de ESPN te dan otra mirada a la derrota de la Academia, que le costó quedar afuera de la CONMEBOL Sudamericana. (3:56)

Con el correr de los minutos, la sensación térmica del Cilindro fue mutando de la incredulidad al dolor. De la sorpresa a la bronca. Los silbidos que opacaron algunos aplausos evidenciaron el enojo por el fracaso.

Sí, la palabra fracaso es fuerte en el ámbito deportivo. Pero dado el contexto con el que llegó Racing Club a la última fecha de la fase de grupos -le alcanzaba un empate de local para avanzar-, haber perdido en casa ante el rival más flojo del grupo y despedirse tempranamente de la CONMEBOL Sudamericana es un resultado adverso, un proyecto frustrado. Básicamente un fracaso.

Está claro que hay formas y formas de perder. Sin ir tan lejos y comparando con partidos decisivos, este 0-1 frente a River de Montevideo no tiene nada que ver con aquel 0-5 contra River Plate en la Supercopa Argentina 2021, ni con el baño de realidad que le dio Colón al equipo de Juan Antonio Pizzi en el 3-0 de la final de la Copa de la Liga del año pasado.

Sin embargo, tampoco se asemeja a la reciente derrota en la definición por penales frente a Boca en la semi de la última Copa de la Liga. La Academia fue superior en la cancha de Lanús, no pudo aprovechar sus ocasiones y terminó afuera desde los 12 pasos. Pese a la decepción, prevaleció el orgullo y el reconocimiento a la gran campaña de los dirigidos por Fernando Gago a lo largo del certamen. Esta vez el sentimiento fue diferente.

¿Por qué perdió Racing en la fría noche de Avellaneda? Porque fue incapaz de concretar al menos una de las 10 situaciones de gol que generó. Porque dejó agrandar al rival en el segundo tiempo. Porque marcó muy mal en la pelota parada que terminó en el gol de Horacio Salaberry. Porque, entre lesiones y sanciones, se quedó sin recambio en ataque para tratar de torcer la historia.

En lo que fue el adiós de la Sudamericana, Matías Tagliamonte y Nery Domínguez suplieron de buena manera a Chila Gómez y Leonardo Sigali. El peso de las ausencias se agigantó sobre todo de la mitad hacia adelante. Se extrañó a Aníbal Moreno y sobre todo a Enzo Copetti, de gran momento. Ni hablar de Gabriel Hauche, referente y pieza clave que se fracturó hace un mes en el peor momento.

Javier Correa desperdició todas sus chances. La más clara, un mano a mano a los 14 minutos que podría haber cambiado el rumbo del encuentro. Ni el cambio de botines en el entretiempo le sirvió para revertir su pésima relación con el arco.

Párrafo aparte para Edwin Cardona: apenas destellos de su clase. Lejísimos de la expectativa generada y de la inversión realizada en su compra. Intentó ser punzante con sus asistencias y mostró ganas para recuperar pelotas, pero no parece tener la condición física ideal para poder brillar y ganarse el corazón de la gente. Ni siquiera pudo aprovechar un tiro libre, una de sus especialidades, después de disputarse la pelota con Carlos Alcaraz.

Después de los murmullos y los silbidos del 13 de febrero, tras el 0-0 de la primera fecha ante Gimnasia en el Cilindro, Racing maduró. Creció futbolísticamente con cambios que revitalizaron al equipo. Instaló el lema “Todos juntos” y se fortaleció. Logró contagiar a su gente, que se sintió representada con su juego. Apenas dos derrotas (contra Melgar y River de Montevideo), más la citada caída en la definición por penales ante Boca.

A lo largo del semestre, Gago consiguió darle su impronta al equipo. Fue un Racing con una identidad bien definida, que intentó siempre ser protagonista, con prolija salida desde el fondo y tenencia útil de pelota, muy buena circulación, mucha gente en ataque y rápida presión para recuperar el balón. Además, logró que los habitualmente suplentes sean soluciones cuando les tocaba entrar.

Seguramente, lo ocurrido en la Sudamericana servirá de lección. Quedó claro en qué posición del campo hay que reforzarse. También que se necesita un plus en los momentos definitorios. El dolor y la bronca por el fracaso están latentes. Pero hay motivos para creer en un futuro mejor.