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España, campeona en el campo y en la grada

NIZA -- No hay en esta Eurocopa una selección que haya brillado más que la Roja y no ha habido en la Eurocopa una afición que haya disfrutado tanto y con tanta alegría como la española.

El fútbol del grupo de Del Bosque, bueno ante la República Checa, fue soberbio ante Turquía. Y el ánimo de los hinchas, satisfechos en Toulouse, alcanzó la euforia en Niza.

A quien esperase desórdenes públicos en las calles de la ciudad le respondieron las aficiones con una camaradería digna del mayor de los aplausos. Niza, tomada por ingleses, suecos, alemanes e irlandeses, recibió la avalancha de turcos y españoles con tanto temor como les despidió con alegría.

Alguien sembró la alarma avisando de la llegada de ultras españoles y radicales turcos dispuestos a darse palos… Y nadie les vio. Más aún, a la exhibición española en el terreno de juego respondieron los hinchas otomanos con el mayor de sus respetos. El fútbol en su máxima expresión.

Eso ocurrió alrededor del partido porque dentro, en el césped, no hubo ni posibilidad de debate. España tiene a Iniesta, que le guía hacia la excelencia, y a su alrededor sobresalen una serie de futbolistas que entendiendo quien es el jefe, ponen todo su potencial en apoyo del éxito colectivo.

Italia gana jugando a la italiana y Alemania sufre. Francia, la anfitriona, no respiró ante Rumanía y se las vio y deseó frente a Albania. ¿Qué más hay? ¿A quién se puede esperar? Ningún equipo ha ofrecido lo que España.

Campeona en el campo y en la grada, la selección española ha necesitado solamente dos partidos para mostrar que no viene con el recuerdo amargo del Mundial de Brasil, sino con el ánimo catapultado, una ambición sin límites y un fútbol soberbio.