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Blog de Rafa Ramos: Santi Giménez no predice su futuro, lo inventa

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¿Cómo calificar el debut de Santiago Giménez en la UEFA Champions League? (1:59)

'Santi' marcó un doblete en la victoria del Feyenoord sobre Lazio; los expertos de Futbol Picante comentan. (1:59)

Santiago Giménez ratificó sus recursos. Doblete con el Feyernood en el aparador supremo del futbol de clubes: la Champions League.


FILADELFIA -- Más que el doblete, la concepción del mismo. Santiago Giménez ratificó sus recursos. En el primero, a músculo, potencia, maña y sangre caliente. En el segundo, a oportunismo, habilidad, agilidad y sangre fría. Doblete con el Feyenoord, este miércoles, en el aparador supremo del futbol de clubes: la Champions League. 3-1, la lápida de la Lazio, con dos clavos del Chaquito en el ataúd.

Mientras la hipocresía se debate entre la doble moral del mexicano, que repudia a Julián Quiñones, pero venera a Santi Giménez, éste, ajeno al estruendo visceral e inútil de ambas facciones, se ha dedicado a su oficio: goleador.

Obvio enfatizar que es más futbolista que cuando se desprendió –afortunadamente--, de los garfios malditos de Cruz Azul. Hoy, Santiago (“Dios recompensará”, en hebreo), muestra evoluciones semana a semana.

Debió cargar hasta Rotterdam con los atavismos propios de la falta de educación futbolística que hay en México en Fuerzas Básicas. Delantero que era forzado a jugar sólo de espaldas al arco, reduciéndole la facultad natural del goleador de jugar perfilado, y con un analfabetismo absoluto en la lectura de juego, siendo entonces más intuitivo que inteligente.

De la rusticidad y lo primitivo, a los primeros pasos hacia la exquisitez. Llega a una de las academias más pacientes en el mundo. Claro, no basta con que te quieran y te puedan enseñar, es necesario querer aprender, y Giménez lo asumió desde el primer día.

Es cierto, el proceso de cocción del futbolista aún no está completo, pero su avance es notable. Hoy le basta medio giro para posesionarse y posicionarse hacia el gol. Hoy, no sólo lee al compañero sino, además, al colectivo, lo cual puede apreciarse en ambos goles marcados a la Lazio (noveno en la Serie A de Italia).

En la primera de las anotaciones, se ofrece como relevo, entre tres rivales, pero decide buscar su posición sobre la izquierda a empujones legítimos e imponiendo su físico para definir, queda claro, con ese tercer ojo del goleador, ese periscopio invisible, empotrado, integrado para que la brújula y el radar le delineen la portería.

En el segundo, prevé lo imprevisto, lo imprevisible. Predice lo impredecible. Acompaña la jugada, como opción, como distractor y como testigo, y el rebote del arquero Provedel lo pesca de frente, y en esa milésima de segundo elige, y lo hace correctamente, sobre cómo, con qué y hacia dónde golpear ese balón.

Santiago Giménez tiene una enorme ventaja, su padre. Haberse formado y forjado en la trinchera familiar de un jugador de altísimo nivel espiritual y conceptual, le dio otra clase de orientación. Seguramente, en la charla diaria, en la mesa familiar, ante el televisor, en cascaritas familiares, Santiago fue aprendiendo de Christian Giménez, quien fue transcurriendo en encarnizadas batallas para posesionarse en México, tras un promisorio inicio con Veracruz, una etapa poco feliz con América, hasta asumir liderazgos en Pachuca y Cruz Azul.

Es inevitable: el sufrimiento y la gloria del padre permean las emociones y el aprendizaje del hijo. Santi debió sumergirse en las crestas y los valles de su progenitor en su carrera en México y conversar sobre ellos, y nutrirse de ellos.

No hay, además, en esa relación padre e hijo, una desleal obsesión por el dinero. No hay precipitación ni voracidad. La historia del futbol mexicano está llena de pasajes de padres tóxicos que, tratando de lucrar con la carrera de sus hijos, terminaron enquistándola y hundiéndola.

El verano estuvo lleno de tentaciones, pero también de rumores. La ventana de invierno en Europa se abrirá nuevamente y empezarán a serpentear falsos profetas de las exageraciones y el avorazamiento. El buen vino requiere paciencia, y en el viñedo Giménez lo saben bien.

¿Cuánto tiempo más le resta de aprendizaje a Santi Giménez? Nadie mejor que él, su padre y el mismo Feyenoord, con Dennis Te Kloese, al frente, para determinar el momento exacto de salir a mar abierta a escuchar el canto de las sirenas.

Las estadísticas borbotean como reverencias este miércoles al paso de Santi Giménez y sus dos goles a la Lazio. Pero, el estruendoso y pirotécnico confeti de los medios no irritan ni los sentidos ni los sentimientos de Giménez. Se le codea en los tendederos de cifras con Hugo Sánchez, Javier Hernández y Raúl Jiménez. Los caminos ajenos, lo sabe Santi, no lo llevan a su propio destino.

Por otro lado, el liderato del Grupo E en la Champions no tiene candado, y Feyenoord aún espera la gran batalla ante el Atlético de Madrid, con todas sus complicaciones y perturbaciones defensivas para que Santiago Giménez encare otro tipo de adversario más roñoso, más intenso, menos leal, más culto y más aguerrido.

Es decir, la más fantástica odisea para Santi es ésa, su decisión de que, lejos de predecir el futuro, está decidido a inventarlo.