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Desdramaticemos el futbol

Las barras, a veces, son aquello que le permite al jugador recordar los colores que está defendiendo Getty Images

MÉXICO -- Un estadio sin afición es simplemente un edificio sin alma. Un juego sin afición es simplemente un entrenamiento. Siempre he sido partidaria de la existencia de las barras, de esa turbina que da propulsión al equipo cuando la necesita, a punta de ruido, de ganas, de aplausos y a veces de reclamos. La afición es la sombra de un club, esa que la sigue a todas partes, que refleja lo que es. Y que en ocasiones, cuando el jugador lo olvida, le recuerda que las camisetas se cosen con historia y se sudan con honor.

Escribo estas líneas porque saltan otras tantas alarmantes de los titulares de los periódicos de México, Argentina, España, Venezuela, Guatemala y otros tantos, que parecen viralizarse en el mal sentido. Titulares ajenos a nuestras realidades diarias, a la política o los sucesos. Saltan títulos que dramatizan el fútbol, que le dan matices mortíferos, arrebatándole parte del alma, la esencia, que no es otra que inspirarnos a ser mejores, a dar más, a levantarnos, sacudirnos el césped y seguir la jugada. A saber perder.

Y los sucesos de la zona Madrid Río en España, de Portuguesa en Venezuela, el Jalisco en México y Aimogasta en Argentina, por mencionar algunos, dan nombre al desborde de pasiones no en el campo, sino en la grada. Algunos de los mencionados dan nombre propio a la violencia, porque cobran vidas. Y recordé la frase del Ministro de Justicia de España, Rafael Catalá, aquella de "no entiendo cómo alguien puede hacer 600 kilómetros para pegarse con otros a modo de guerrilla urbana". Es que yo tampoco.

El deporte es ese espacio que nos une. Que consigue recordarnos que algo tan simple puede ser muy complejo, de hecho, puede serlo tanto que algunos terminan por no entenderlo. Siempre uso en mis columnas aquella frase de "la vida como el fútbol..." y en la realidad hemos caído en una representación pasmosa de esa vida a pie de calle verdadera, en el fútbol, manchando de sangre nuestras camisetas.

El fútbol merece más. La afición merece más. La sociedad merece más. Merece que nos sentemos a respetar a la grada de enfrente, y debemos trascender en esto más allá del campo. Merecemos entender el respeto a lo fundamental, a lo que verdaderamente importa, que es la vida. Y el que responda que más importante que la vida es el fútbol, que trate de explicar a un hijo, o a una madre, cómo su hijo pierde la vida por una discusión deportiva. Porque simplemente somos incapaces de entendernos. Sin ir más lejos, intenten ponerle nombre y cara a esa familia que pierde a un ser querido... pongamos la de nuestra propia madre, por ejemplo.

La realidad es lo suficientemente dramática. La realidad nos desborda con violencia. No dejemos que esa violencia invada uno de los pocos espacios en el que podemos respirar vida. No dejemos que se nos vaya también la vida en un espacio diseñado para motivarnos a vivir. Desdramaticemos el fútbol a través de la afición. Que el único momento de tensión en 90' sean los penales. Que el único lugar en donde perdamos algo sea el marcador. Que lo único que contemos sean goles, y no muertos. Que vuelva el romanticismo. Pero sobre todo, que regrese la cordura. Se lo debemos al deporte. La solución es simple... como el fútbol.