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Demasiado para Cachito

TOKIO -- El compromiso era complicado para el argentino Israel "Cachito" Pérez. El campeón mundial súper pluma WBA, Takashi Uchiyama, venía invicto como profesional, y a los 35, iba a hacer la novena defensa de su corona. Y, efectivamente, se dio la lógica. Uchiyama sigue con su invicto -ahora suma 23 peleas, de las que ganó 22 y empató una, con 18 definiciones categóricas- y su cinturón.

El resultado fue declarado como abandono en el noveno asalto, ya que no se llegó a tocar la campana, llamando al décimo. Seguramente fue Juan Ledesma, el director técnico de Pérez, quien tomó la decisión. El argentino había sufrido un corte que no parecía de riesgo, pero fue seguramente el castigo recibido lo que motivo el abandono.

El argentino, a los 35 años, tuvo su primera oportunidad e hizo lo que pudo, lo cual no siempre sirve, por más entusiasmo que se tenga. Habíamos escrito antes de la pelea que es un peleador que prefiere la media y corta distancia, donde es más recio su trabajo. No es, al menos en los números, un pegador contundente. Pérez totaliza 27 victorias con 16 antes del límite, ahora tiene 3 derrotas (la primera vez, ante Uchiyama, por fuera de combate) y un empate.

Intentó Pérez, con su guardia alta y cerrada, trabajar al cuerpo y a la cabeza. Al cuerpo no le fue bien, porque pegó algunos golpes bajos hasta que el referí, Rafael Ramos, le descontó un punto en el sexto. Trataba de entrar al cuerpo el argentino, pero como no maneja demasiado el jab, le costaba mucho trabajo.

Ahora es el momento de comentar sobre lo que hizo Uchiyama, quien reaparecía luego de un año exacto de inactividad. Justamente, trabajó sobre el esfuerzo de Pérez y así fue poniéndole presión a su pelea de menor a mayor. En la medida en que "Cachito" buscaba el cuerpo y la pelea corta -metió muy buenos uppercuts de derecha por adentro-, el trabajo del japonés fue haciéndose más constante.

Sabiendo que Pérez no es un noqueador, Uchiyama trabajó tranquilo sobre los golpes del rival y, al mismo tiempo, comenzó a utilizar su gancho al cuerpo. Lo que no logró el argentino lo materializó Uchiyama; quitarle piernas al rival.

Así, y a medida que fueron pasando los capítulos, mientras Pérez pasaba a convertirse en un blanco fijo, por su falta de movilidad, el japonés comenzó a afinar su puntería. No tenía apuro, porque como un buen cazador, sabía que era una cuestión de tiempo.

Con un boxeador obligado a lanzarse en esporádicos ataques, pero sin piernas (Pérez) ante otro, entero y sin complicaciones (Uchiyama) la pelea se fue acercando a un final anunciado, como con piloto automático.

Ni Pérez podía dar vuelta el combate con un golpe afortunado, del que carece, ni Uchiyama iba a dejar de seguir con su trabajo de demolición: sin apuros, pero sin pausas, simplemente le puso más ritmo a lo suyo.

En el octavo, Pérez -con el rostro lacerado por el castigo-, intentó lo que, en definitiva, terminó siendo su último esfuerzo. De hecho, cayó Uchiyama, pero simplemente porque fue pisado por su rival y estaba mal parado. Pero el campeón pareció, luego de ponerse en pie, salir de su letargo y empezó a tirar más golpes, todos rectos a la cabeza y combinados con ganchos de izquierda al cuerpo.

En el noveno fue un monólogo. Fue todo del japonés, que ahora hasta elegía cómo y cuándo repartir su castigo. No fue una sorpresa que Pérez no saliera al décimo asalto. No podía más.

Su sueño de campeón mundial había terminado.