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Un Barcelona mayúsculo recupera el orgullo en el Vicente Calderón

BARCELONA -- Intenso, decidido y nada especulativo, el Barça de Luis Enrique dio un golpe de efecto en el Calderón. Allí donde no ganó en sus tres últimas visitas, ante el mismo rival que le eliminó de la Champions y le arrebató la Liga en el último partido del pasado campeonato, el equipo azulgrana recuperó el orgullo a lo grande.

Un Barça decididamente nuevo, distinto al que se convirtió en santo y seña del fútbol mundial hace un lustro pero tremendamente competitivo. Vertical y con un instinto asesino mayúsculo que se apoya en el liderazgo de Messi y la brillantez de Neymar. Que esperando la mejor versión de Suárez descubre que el acompañamiento del uruguayo suma cada día más y que apartando del escenario aquel rondo, sube escalones atropellando a quien se ponga por delante. Sea quien sea.

El pase a semifinales fue el premio justo a la superioridad del equipo catalán. Pero la lectura definitiva se debería detener en la manera que sometió a un Atlético que apenas había necesitado cincuenta segundos, ¡menos de un minuto! para igualar la eliminatoria y despertar todos los fantasmas.

Debió imaginar el universo colchonero una fiesta por todo lo alto sin sospechar que enfrente no estaba ese rival rendido del pasado curso, sino un grupo enrabietado y que tras comenzar el año dramáticamente en San Sebastián ha cerrado el mes de enero en sobresaliente. La mutación de un equipo decidido a recuperar por cualquier vía el ánimo de su hinchada y que se dio un baño de orgullo en Madrid.

El Barça sufrió y disfrutó. Se sobrepuso al gol inicial en contra primero, sentenció a lomos de su brutal calidad ofensiva después y acabó jugando como quiso ante un Atlético rendido a la evidencia, especialmente duro ante la impotencia de discutirle una eliminatoria que creyó suya cuando Fernando Torres marcó en su primera aparición.

Si Guardiola, hace casi siete años, se presentó con un libro de ruta en que el balón era el centro de todo, en que el juego de posición y la combinación de los 'peloteros' debía llevar al equipo azulgrana a la excelencia (y lo hizo), con Luis Enrique el destino es el mismo, pero el camino ha cambiado radicalmente. Este Barça corre, sufre, se entrega y, por encima de todo, es vertical, terriblemente vertical para darle el poder de decisión a sus delanteros.

En una auténtica clase maestra de contragolpe desconocida, el conjunto catalán sentenció a lo grande los cuartos de final y se coló en las semifinales sin dejar rastro a la duda. Dos goles al contragolpe y uno (autogol) en una jugada de balón parado. Y una vez sentenciada la suerte de la eliminatoria a rebajar la tensión. Pero, solo, cuando todo estaba hecho. Antes jugó con el turbo puesto y dejó patente que está de vuelta.

¿Distinto? Probablemente... Pero mayúsculo.