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Cachito Vega, el memorioso

BUENOS AIRES -- Hola queridos lectores, les escribo porque me acaba de suceder algo increíble, no tengo a quien contárselo y entonces pensé, ¿quién mejor que los lectores de toda la vida? Nadie, nadie, si uno es capaz de comentar una intimidad a los lectores, pasan al plano de la amistad, sin dudas.

Bueno, la cosa es así. En mis interminables viajes por la Avenida Calchaquí, Quilmes Oeste, me encontré con los hinchas mas furiosos, mas geniales, más "cronómetricos", mas estadísticos y puntillosos. Esos hinchas que viven en un lugar recóndito de la Provincia de Buenos Aires, que jamás pisaron un estadio, ni jamás lo pisarán. Gente que está lejos de todo, sin más.

Por otro lado, gente que ama al fútbol, que sigue a través de los diarios y de la televisión pública cada partido, cada jugador, cada programa referido al tema. De alguna manera, son la cara escondida, secreta, oculta del deporte. Esos hinchas son los que hacen la diferencia, los que hacen que el fútbol sea tan grande, tan inmenso, tan interminable.

Bien, tengo un amigo que vive enfrente del Cruce de Varela, donde termina la Avenida Calchaquí. Me llamó y me dijo que vaya urgente que estaba sucediendo algo "mágico".

Cuando llegué había mucha gente rodeando a un hombre que, con los brazos en alto, recordaba viejos goles como si fuera un relator de fútbol. Todo el mundo se sentaba a su alrededor a escuchar ese relato variopinto, de tonada gruesa, trayendo del pasado extraños y olvidables nombres de jugadores de todas las canchas, de todos los equipos.

Mi amigo se me acercó y me contó de qué se trataba. "Cucu, es Cachito Vega, vendedor de medias del Cruce, se volvió loco cuando se enteró que Riquelme abandona el fútbol. Y desde ese momento comenzó a recodar en voz alta cada uno de los goles que Román hizo en Boca desde al año 2000".

-- Pero, Juan, ¿como es posible que recuerde todos los goles de Riquelme?

-- Es fácil, Cucu, si los vivió los tiene incorporados en su cerebro, solo es cuestión de accionar el mecanismo que habrá esa puerta del recuerdo cerebral.

-- ¿Y este hombre ha sido capaz de hacer eso?

-- Ya ves, se convirtió en el primer memorioso del fútbol argentino...

-- Hay un cuento de Jorge Luis Borges que es más o menos así...

-- Bueno, dejemos de hablar y vamos a escuchar a este verdadero prodigio.

-- ¿Y era buen vendedor ambulante?

-- Uff, Cucu, ni te imaginás, el mejor en su rubro. El mejor de la Provincia de Buenos Aires. Era un gran lenguaraz. Vamos, vamos...

Nos acercamos al hombre y nos dimos cuenta que había muchas personas escuchándolo, muchos niños, era un espectáculo asombroso. No relataba los goles como un comentarista, sino que de cada uno daba su versión impecable, lo que se acordaba y lo que estaba haciendo en el momento en que Riquelme dormía la pelota en la red.

Me quedé tres horas escuchándolo, hipnotizado, viene en mi memoria las jugadas del gran genio del fútbol. Al final estábamos todos llorando, se había ido un crack para siempre.