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Aprender del éxito

BUENOS AIRES -- Luego de comenzar el torneo local con una derrota (y un blooper de parte de su arquero Saja), Racing remontó rápidamente la cuesta con una actuación inolvidable frente a Deportivo Táchira, por la Copa Libertadores.

Es cierto que el rival, increíblemente generoso y cándido a la hora de marcar en defensa, facilitó en extremo las cosas. Y que, por lo tanto, más vale no sacar conclusiones eufóricas. Así y todo, nadie puede negar que semejante sinfonía funciona como un estímulo inigualable en la moral del equipo, necesitado de un empujón en este comienzo de año de intensa competencia.

Pero más allá de la parte anímica, que es relevante, Racing ha confirmado que cuenta con la delantera más contundente del fútbol argentino, en especial si se le otorgan espacios. Y que Bou, lejos de ser la sorpresa a la que casi todos le vaticinaban una vigencia efímera, se empecina en demostrar que es un nueve extraordinario. A su potencia y destreza (sí, es considerablemente hábil), le añade una enorme convicción que lo lleva a buscar el arco aun desde posiciones que parecen imposibles.

Optimismo del gol, le decía Carlos Bianchi y la descripción es acertada. Su derechazo para el 3-0 es una demostración cabal. Esta corroboración de su poder ofensivo debería al mismo tiempo hacer recapacitar a Cocca acerca del planteo más conveniente.

Cuando el partido todavía era un partido, los dos atacantes de Racing jugaban a prudente distancia de la línea media. En general de espaldas al arco adversario. Una verdadera contrariedad para futbolistas que, bien asistidos y con posibilidades de colocarse de frente a los tres palos, despliegan una rotunda eficacia.

Acaso (sólo acaso), Racing necesite, en compromisos más arduos, con menos garantías para sus delanteros, que alguien (o varios alternativamente) se encargue de la función de enganche. De asociarse con la línea de avanzada de manera más amable que con pelotazos. Racing tiene un mediocampo sólido, donde prevalece la dinámica y la recuperación. Donde Acuña, Aued, incluso Camacho, ostentan buen pie, pero nadie se carga al hombro la gestión de enlace.

El paraguayo Romero, uno de los recién llegados, pinta como el más apto para esta explotar esta vía. En suma: los atacantes son dinamita. Pero no son autosuficientes. Si no se gestiona bien la zona de comunicación con ellos, no se repetirá la fiesta de goles del martes en Venezuela.

La enorme superioridad ante un adversario que no tuvo más remedio que rendirse pronto, enfrentó a Racing con una novedad. La posesión constante de la pelota. Ante un Táchira extenuado anímicamente, el equipo de Coca se divirtió. Mejor dicho, se entretuvo tocando y tocando, en general en sus propios dominios.

El partido sólo daba para dejar correr el reloj. Sin embargo, la experiencia de la tenencia, que Racing no aprecia especialmente, podría servirle para desarrollar en el futuro planteos de mayor elaboración. Lo que decíamos: construir el juego con más paciencia y sacrificio. No buscar a los inspirados tanques con largos envíos. Son moralejas que, entre copa y copa de champán, entrenador y jugadores pueden extraer al cabo de su exhibición.

No sólo la derrota es didáctica. Del éxito también se puede aprender.