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Las fuerzas ocultas

BUENOS AIRES -- "Tomo el empate como una señal", dijo Marcelo Gallardo luego del partido jugado en el estadio Universitario de Monterrey.

Todavía impactado por el resultado casi milagroso, el entrenador de River deslizó una frase que parece aludir más a fuerzas esotéricas que al análisis deportivo. Cuando queda una fecha para cerrar el grupo de la Copa Libertadores, River necesita ganarle en su estadio a San José y esperar que Juan Aurich le dé una mano empatando con Tigres. Propósito difícil de alcanzar este último ya que los mexicanos están clasificados para octavos de final y viajarían a Perú con un equipo alternativo.

Así que hace bien Gallardo en confiar en señales del destino. Hasta aquí, por lo menos en lo que se refiere al torneo continental -para el que River ha reservado su presunta mejor versión, los jugadores más dotados y más experimentados-, su mano ha sido estéril para encauzar el rumbo de un equipo cuya curva descendente no cesa.

A pesar de que todavía no ganó en la Libertadores, el DT se ha resistido sistemáticamente a ejecutar cambios, a menos que fueran forzados por razones ajenas a la táctica.

En Monterrey, River volvió a fracasar en el armado de juego, lo cual lo convirtió en un equipo inofensivo, caótico y, para colmo, inestable en defensa. Pisculichi, como en los últimos meses, ambuló por la cancha sin influencia. El circuito creativo, de entrega precisa y movilidad constante que caracterizó al River del año pasado, sigue empastado. A pesar del gran momento de Sánchez y de Mora, únicos sobrevivientes del esplendor, ahora condenados al aislamiento.

Si River no ajusta esa zona intermedia (mayor convicción para presionar como un equipo realmente ofensivo y mejor administración cuando consigue la pelota), continuará siendo una reproducción fallida de aquel otro River. Y deberá encomendarse a los astros, como sugiere Gallardo.

Porque la resurrección de México, si bien fue una demostración de temperamento, del temple macizo de un equipo que no se rinde, obedeció al mismo tiempo a cuestiones azarosas, como el malentendido defensivo (una jugada irrisoria) que le permitió a Mora recibir una pelota regalada y en posición de gol (luego del rebote en Guzmán la metió Teo Gutiérrez). Fue una señal, sí. Tiene razón el Muñeco. Luego obró la paciencia para macerar la jugada y el genio de Mora para definir de primera sin que le temblara el tobillo.

Claro que a los gestos del cielo habría que acompañarlos. Gallardo debe animarse de una vez a cambiar. Mayada y Martínez podrían ser titulares, al menos como prueba, una vez, y no el reemplazo cuando el resultado obliga a quemar las naves.

River requiere otra dinámica, un repertorio más variado de opciones de ataque. Volver a explotar las bandas, volver a probar el toque corto alternado por sorpresa con envíos de mayor alcance. También apelar al uno contra uno. Desde que se le acabaron las ideas y alentados por un par de aciertos clave como en la final de la Copa Sudamericana, los dirigidos por Gallardo empezaron a sobrevalorar la pelota parada. Empezaron a estimarla como su recurso por excelencia.

La realidad obliga a modificar el tablero. O, de lo contrario, a confiar exclusivamente en las fuerzas ocultas.