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Talento solidario

BUENOS AIRES -- No tuvo la puntería indispensable en los últimos metros y además se encontró con un gigante inspirado como el arquero Oblak. Sin embargo, Real Madrid mereció algo más que un empate cero a cero -un resultado ciertamente triste- en su visita al Vicente Calderón, en el partido de ida por los cuartos de final de la Champions League.

Aun frente a un rival aguerrido y concentrado a ultranza como el Atlético del Cholo Simeone, el Madrid expuso una vez más la solidez que lo distingue. La organización homogénea en la cual hasta la estrella más fulgurante (casi todos lo son) se desdobla en funciones diversas de acuerdo con las necesidades colectivas.

Con Toni Kroos y Modric como centro de gravedad, doble pivote de un equipo que orbita armoniosamente a su alrededor, los dirigidos por Ancelotti (se ve que es un técnico más que convincente) atacan y defienden en bloque. Con lo cual, los recursos se multiplican.

Como siempre, el límite es el error humano. Quizá combinado, como esta vez, con el trabajo descollante de un arquero que parece invulnerable. En ese ordenamiento cósmico que ha tramado con maestría el entrenador italiano, cabe resaltar la tarea de James Rodríguez.

Zurdo habilidoso y de pegada exquisita, su perfil encaja a la perfección con el modelo de futbolista talentoso sudamericano. Ya saben: aquel que se adueña del equipo por su capacidad con la pelota (no tanto por mentalidad estratégica) y es más afín al pensamiento libre, a dejarse llevar por su instinto privilegiado, que a encolumnarse en un sistema que naturalmente lo excede.

Quizá en la selección de Colombia su figura tiende a ser hegemónica, en especial luego de su gran Mundial. El equipo requiere ese protagonismo y lo celebra. Pero en el Madrid, aunque su incidencia es también determinante, el radio de acción se limita. James juega obedientemente por la banda. Es alternativa en la distribución pero no el responsable exclusivo. Y contribuye con su retroceso al fortalecimiento defensivo por más que no se aboque decididamente a la marca.

En el derby, un par de veces quedó mano a mano con Juanfran. Pero, a la inversa de lo que cabría esperar, la pelota la tenía el lateral del Atlético y el que intentaba obstruirle el paso era el futbolista colombiano.

Los jugadores sudamericanos suelen ser valorados por sus aptitudes técnicas. Pero todavía sobrevive el prejuicio acerca de su disciplina táctica. Sobre todo si les exige sacrificarse en función defensiva. James se muestra versátil. Y plegarse solidariamente a un funcionamiento plural no sólo requiere inteligencia para entender el juego, sino el temple para sofrenar el ego que podría verse ensombrecido.

El colombiano sabe cuándo aplicar su toque refinado (un tiro de tres dedos en el primer tiempo que salvó el arquero esloveno) y cuándo resignar lucimiento simplemente para expandir la cancha o cubrir probables infiltraciones del adversario en su zona de influencia. El sentido de la oportunidad también es un talento.