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El mejor Floyd, el peor Manny

La pelea del siglo terminó como la mayoría esperaba que terminara. Ganó Floyd Mayweather una batalla de guante blanco, de escasas emociones y donde la gran virtud del ganador, fue que lo que sabe hacer lo hizo mejor que nunca, mientras que el perdedor no hizo o no pudo hacer nada de lo que sabe hacer.

Fue la victoria del estilo de Floyd, que puede no gustar a muchos, entre los que me incluyo, pero nadie debe desconocer su capacidad defensiva, su inteligencia para manejar la pelea y las mejoras que incorporó, esta vez, a su plan de acción. Floyd empezó enchufado desde el primer asalto y controló el ritmo y la distancia como y cuando quiso. Esa fue una novedad.

La pelea, hasta resultó aburrida por su falta de acciones fuertes, su falta de intercambio abierto, pero el morbo previo pareció compensar todo lo que no se vio. Y la madre de todas las ausencias, fue la agresividad de Manny Pacquiao, la explosividad y sus golpes imprevisibles. El filipino no tomó riesgos y hasta, quizás, sintió el poder en la mano derecha de Mayweather, que, si bien lo alcanzó en cuentagotas, en el primer tramo de la pelea hasta consiguió conmoverlo.

Ya no tengo dudas de que el violento KO que sufrió Manny en diciembre del 2012 ante Juan Manuel Márquez, le sigue pasando factura y es necesario aceptar que desde entonces, Pacquiao es otro boxeador. Temeroso, precavido y que ha perdido el hambre que lo llevó a donde lo llevó. Se aburguesó y su consuelo, tal vez, fue el voluminoso cheque que se lleva luego de esta pelea, como lo mencionó Mayweather al saludarlo cordialmente luego de la batalla.

En la noche del MGM Grand, asistimos a un show de boxeo, donde Floyd Mayweather lució mejor que nunca sus condiciones técnicas, su capacidad defensiva, los movimientos de cintura, la destreza para manejarse con movimientos de piernas y la velocidad para golpear pareció la de antes. En la noche donde no debía fallar, el mejor Libra por Libra no falló y ese es un mérito que lo exime de las críticas habituales luego de sus ya esperadas victorias. Esta vez se preparó mejor que nunca y demostró que traía un plan para despejar todas las dudas y vencer al fantasma que lo persiguió por los últimos cinco años.

Mayweather no dejó ningún resquicio para el error. La primera clave era establecer la distancia con el jab de izquierda y responder en contragolpe con la derecha. El segundo paso, era cumplir ese objetivo muy temprano para evitar que Pacquiao rompiera la distancia. Ya en el primer asalto, Floyd se plantó en el centro del ring y dictó las reglas. El resto del plan, era amarrar, salir por piernas y conectar lo necesario para ganar.

Excepto en el cuarto asalto, donde se descuidó, falló una derecha y por encima de la misma Pacquiao logró conectarlo con dureza, en el resto de la pelea tuvo el control de la misma y hasta ganó de manera más tranquila que en sus últimas peleas contra Marcos Maidana.

Pacquiao en ningún momento pudo entrar a la distancia corta, jamás supo cómo cortarle el ring y en algo que presumo fue una orden de su esquina, solo lanzó una vez su izquierda larga y lo hizo en un acto de desesperación. La más emblemática herramienta ofensiva de Manny, de antemano se sabía que sería inútil ante un hombre más grande y con mejor extensión de brazos. Además, la velocidad de Mayweather haría estragos de contragolpe cuando el filipino fallara con ese golpe.

Manny Pacquiao era el último escollo en la meta de Floyd Mayweather para llegar inmaculado al número 49 de peleas y luego retirarse. En septiembre realizará su último combate y definitivamente iniciara su romance con la gloria, transformado en una leyenda del boxeo. Una leyenda que el tiempo agigantará por encima de su económico desgaste, su falta de emociones y el boxeo elusivo que gana peleas pero no cosecha aplausos. No es un dato menor que al saludar cargado de cinturones de campeón, Mayweather solo recibió un oprobioso silencio. El mismo silencio que antes de la pelea fueron abucheos en el pesaje y silbidos durante la pelea, cada vez que recurría a sus habilidades de corredor para evitar la pelea abierta.

Floyd Mayweather ganó como siempre y Manny Pacquiao fue una sombra de sí mismo. El morbo por verlos frente a frente compensa lo que no vimos. La batalla del siglo mantendrá ese título por las astronómicas cifras de su recaudación, pero pasará a la historia como una pelea sin emociones, una batalla aburrida y donde los dos rivales terminaron con sus rostros inmaculados. Una pelea de guante blanco. Felicidades a quienes, pese a todo, consiguieron disfrutarla.