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Lo que está en juego

ESPN.com

BUENOS AIRES -- A falta de miga futbolística, el centro del próximo Boca-River es el árbitro Darío Herrera.

Es cierto que la permisividad de Delfino incidió negativamente en el partido de ida en el Monumental. La disposición violenta de ciertos jugadores debió ser sancionada con mayor severidad. Ahora, en consecuencia, se espera mano dura.

De todos modos, hablar de Herrera significa desligar a River y a Boca de la responsabilidad indelegable de tramar un espectáculo mejor, a la altura de la expectativa que despierta la cita. Como si el resultado de esta ansiada revancha estuviera en manos del hombre que se limita a tocar el silbato.

Por lo pronto, los entrenadores saben que ahí no está la clave de su destino. Que una tarjeta más o menos no remediará sus errores de cálculo ni neutralizará sus aciertos. Saben asimismo que este partido marcará un hito. A diferencia del que ganó Boca por el campeonato doméstico, acá el duelo decretará una eliminación. Y eso, a manos del archirrival y en la competencia más importante del continente, puede dañar más que una campaña floja.

Acaso Marcelo Gallardo goce de una leve ventaja. Ya conquistó una Sudamericana, luego de eliminar precisamente a Boca. Es decir: tienen un título para exhibir y ya hizo de verdugo. Quizá podría digerir mejor una derrota que el Vasco Arruabarrena.

El entrenador de Boca, que cuenta con el mismo hándicap que su adversario en cuanto a ser un hombre de la casa (alguien que, teóricamente, entiende cuáles son los alcances de un Superclásico), todavía debe revalidar con algún trofeo o resultado resonante su eficaz gestión.

No olvidemos (aunque el hincha olvida de inmediato) que Arruabarrena llegó en una crisis. Le puso el pecho a la tormenta, le devolvió una identidad a Boca y luego, con la generosa chequera de Angelici, montó un plantel que, para el medio argentino, es un lujo. Por cantidad y calidad. Así que el Vasco todavía está en deuda.

Sobre todo si se piensa que en los últimos días no tomó las decisiones más brillantes para garantizar una rotación exitosa. Por caso: la exclusión de Osvaldo, un jugador clave, en el partido del Monumental. Son opciones que, si le toca perder, le facturarán a su debido tiempo. Vale decir enseguida. Llevaría una larga temporada restañar las heridas provocadas por una despedida temprana de la Copa y por obra de River.

El presidente de Boca también se juega un partido importante. En un año electoral, Angelici se ilusiona con la reelección. Sus encuestas le dicen, según él mismo reveló, que la intención de los socios es avalar su continuidad. Pero los sondeos son de comienzo de año. Desde su asunción, en diciembre de 2011, el delfín de Mauricio Macri sólo ganó un título, la Copa Argentina, en agosto de 2012. Es un legajo escaso en el aspecto deportivo. La Copa Libertadores significaría un espaldarazo inestimable.

Partido singular por antonomasia, según rezan las definiciones clásicas, las consecuencias del Superclásico (las dulces y las otras) también tienen una dimensión única.