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El dilema de Colombia

BUENOS AIRES -- El partido Argentina-Colombia enfrenta a dos equipos con uncuadro de situación semejante en lo que va de la Copa América: una tarea más bien deslucida que no compensa las enormes ilusiones surgidas entre el público. De modo especial, en la gestión ofensiva.

A Messi y sus temidos cófrades les ha costado un gran esfuerzo llegar al gol, incluso ante una formación de principiantes como Jamaica.

Pero lo del equipo de Pekerman es más desalentador. Alcanzó la red apenas en una ocasión (fue un defensor y en ejercicio del sagrado recurso de la pelota parada), en los tres partidos disputados.

Dicen que lo que abunda no daña. Pero don José debe estar revisando los proverbios populares.

En el ataque, ahora el DT puede contar con Radamel Falcao, tan añorado en el Mundial de 2014, animal de área, serial killer de arqueros y otros obstáculos, junto al buen pie de Teo Gutiérrez más la dulce compañía de dos hombres creativos como James y Cuadrado. Mansamente sentado en el banco, espera Jackson Martínez, otro goleador de fuste y también estrella internacional. En resumen, cantidad y calidad.

Pero no hay caso, la maquinaria ofensiva no engrana. A tal punto que más de uno clama por el reemplazo del otrora ídolo indiscutible Radamel.

Curiosamente (o no), el partido más convincente de Colombia fue el triunfo ante Brasil. No por variedad de ideas y claridad para generar juego, sino por carácter y despliegue físico. Suena paradojal: cuando el público esperaba la explosión de Colombia con apego a su distinguida tradición de toque, circulación y bellas maniobras, los muchachos de Pekerman se destaparon como un equipo hecho para el combate.

Más dotado para la recuperación y la lucha (ante Brasil aplicó una intensidad apabullante), y con ciertos excesos de vehemencia que acaso deberá reprimir para evitar lesiones ajenas y expulsiones propias. Neymar podría escribir un tratado acerca de este último punto.

Y ahora se viene Argentina. Puro potencial, pura promesa de cracks en estado de ebullición. Hasta aquí no pasó casi nada, pero nunca se sabe.

Entonces Colombia se encuentra ante un dilema. ¿Perfecciona el perfil aguerrido para interrumpir las posibles sociedades de Messi y llevar el partido hacia la trinchera o se resuelve a afilar las armas de ataque en pos de perforar una defensa que no ha dado todas las garantías?

Si bien los antecedentes no cuentan (en Copa América Argentina ganó 7 veces, Colombia 2 y empataron 3 partidos), quizá el peso de la historia y el renombre de la mayoría de sus jugadores conducidos por Martino determinen una actitud de repliegue.

En definitiva, sería apostar a lo que hasta ahora resultó la gran fortaleza del equipo. Claro que la baja de Edwin Valencia por su rodilla maltrecha y la suspensión de Carlos Sánchez abren el interrogante sobre cómo reagrupar la tropa en una misión clave. ¿Quién escoltará a Mejía en el trabajo de remar contra la posesión adversaria?

Al margen de los nombres, si las cosas no cambian demasiado, estaremos en presencia de la reconfiguración de la identidad colombiana.