Nicolás Baier 9y

Otra vez la misma historia

SANTIAGO (Enviado especial) -- Mientras que en el amor "la primera impresión es la que cuenta", el desamor en el fútbol está íntimamente relacionado con la última impresión.

Argentina jugó su peor partido justo en la final de la Copa América. Perdió frescura, encanto e imaginación en el momento más inoportuno. Esa actuación más asociada a un equipo del montón generó que se deje en segundo plano todo lo bueno que llevó a cabo para llegar a esa instancia.

¿Es justo prescindir del camino? Por supuesto que no. Pero todavía fresco el dolor de lo sucedido hace un año en la definición del Mundial ante Alemania, es inevitable pensar que en el último escalón no se estuvo a la altura de las circunstancias.

Desde la falsa creencia de que Argentina tiene que pasar por encima a todos, algunos esgrimen que se sobreestimó a Chile o que se planteó un esquema defensivo. Lo concreto es que el rival también juega y en este caso la Roja salió a la cancha con la actitud que requería el contexto. Y con ese empuje logró neutralizar el poderío de la Selección.

Martino no cambió, no traicionó sus ideales ni bajó sus banderas. Apostó por la idea y los intérpretes que lo llevaron hasta ahí desplegando un buen fútbol. Tal vez sea discutido el ingreso de Lavezzi, poco habituado a ese rol.

Enfrente estuvo el único oponente que le robó la tenencia con la intención de dañarlo. Un Chile que estuvo mejor plantado y logró mayor control, aunque sin generar demasiado riesgo. Lo obligó a retroceder, como lo que Argentina le había hecho a Colombia en cuartos.

El tema es que cuando los jugadores distintos se levantan con el pie izquierdo, no hay mucho por hacer. Messi estuvo apagado durante toda la tarde. Desconectado, inconexo. Probablemente afectado por el problema con su familia. Di María se lesionó a los 25 minutos. Agüero y luego Higuaín estaban solos contra el mundo. Pastore fue el que más pelotas recuperó (13). Si el Flaco tiene que robar más que jugar...

Lo más fácil es caerle a Messi. Es un error seguir esperando que solucione todos los problemas con la facilidad que muestra en Barcelona. No corresponde minimizarlo cuando brilla, porque es lo que tiene que hacer, ni demonizarlo cuando se ausenta, culpándolo de todos los males.

Lo que es innegable es que el sábado en el Estadio Nacional jugó un mal partido. En los primeros 90 minutos hizo su menor cantidad de toques del certamen (63) y no remató. Recién pateó una vez en el suplementario y le bloquearon el tiro.

La lección que nos había dejado Brasil 2014 es la importancia del equipo. Más allá de nombres que pueden gustar más o menos, el trabajo en conjunto te acerca a la gloria. Argentina lo tuvo hasta la semifinal.

La eficacia en los penales no hubiera cambiado el análisis. Frente a Chile, el de Martino fue un equipo partido. Sin posesión, sólido atrás y desaparecido adelante. Un problema general, aunque algunos le apunten a algunas cabezas en particular.

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