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Personalidad múltiple

BUENOS AIRES -- Hay una frase muy recurrida de Goucho Marx: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. Tal vez podría aplicarse a River luego de su actuación en México.

Acostumbrados como estábamos a que el equipo de Gallardo expusiera una conducta protagónica, pensada a partir de la posesión, en cualquier cancha, sorprendió la tendencia a congelar el juego que mostró en su excursión a Monterrey.

¿Personalidad múltiple? ¿Una movida estratégica del entrenador ante un rival al que no parece sobrarle temple y que, por lo tanto, jamás se lo llevaría por delante?

En cualquier caso, asomó un River peligrosamente inactivo en ataque, que apostó todo a la revancha, donde habrá una cancha caldeada y un rival supuestamente impresionado por la multitud deseosa de festejar.

Aunque el cero a cero les puede sonar a muchos como un marcador favorable, el plan de River de ahorrar energías e imaginación para volcarlos en la revancha es temerario.

Agotada la presión inicial, River tramó un partido de espera y fricción. De baja intensidad.

Disperso, incapaz de asociarse para salir desde el fondo y para aproximarse al área, jamás inquietó a Guzmán, salvo en una entrada franca de Alario que el arquero local neutralizó sin dificultades.

De acuerdo, Tigres acaso sea un equipo tibio y, a la larga, el planteo de River le deparó un partido con escasos sobresaltos. Pero ese partido supuestamente apacible terminó jugándose en las narices de Barovero.

Y el arquero visitante, al tapar un tiro libre muy complicado de Juninho y al atorar en un mano a mano a Damm, fue uno de los responsables fundamentales de que el marcador se mantuviera cerrado (el enorme Kranevitter y Maidana también se destacaron).

River no logró neutralizar por completo dos argumentos sencillos de los mexicanos: las escaladas de Damm y los piques al vacío de Arévalo Ríos.

Si no intentaba por la derecha –Vangioni a veces es demasiado vehemente y pierde la línea–, Tigres acudía al envío largo para Gignac o Arévalo Ríos.

Un recurso de fácil control para un equipo que hubiera jugado unos metros más adelante, facilitando así –de hecho, en varias oportunidades sucedió– la posición adelantada de los adversarios.

El promisorio debut de Viudez en la Copa frente a Guaraní no tuvo continuidad. Y una lesión lo sacó de la cancha. Mora tampoco aprobó y es otro de los que se quedó en la enfermería al concluir la primera parte.

Los cambios (entraron Pity Martínez y Bertolo) insinuaron una fugaz mejoría. Pero luego River recuperó esta novedosa personalidad.

El cambio de Carlos Sánchez, negado con la pelota en la noche mexicana, se veía forzoso. Pero el entrenador de River no lo entendió de esa manera.

El cero a cero quizá luzca como un botín alentador. La actuación de River dejó que desear. Deberá volver a fojas cero en el Monumental. Veremos cuánto le cuesta retomar el perfil al que, en la primera final, decidió renunciar.