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La utopía de La Masía

Lionel Messi y Carles Puyol, dos líderes futbolísticos que nacieron en la Masía Getty Images

BUENOS AIRES -- La Masía de Can Planas es una antigua casa rural catalana -eso significa el término masía-
que está ubicada dentro del predio del FC Barcelona. Esta residencia construída en 1702 fue comprada por el club en 1953, junto con los terrenos donde luego se construiría el Camp Nou. Al principio fue utilizada como taller para la confección de la maqueta y sala de trabajo de
arquitectos y constructores del estadio, pero desde 1979 es el hogar de las divisiones inferiores.

Sí, todo muy educativo, pero en realidad La Masía es mucho más que eso para la historia del fútbol. Allí se soñó y se formó el mejor equipo de esta época, quizás el más importante de todos los tiempos. Entre sus paredes crecieron los cracks que hoy hacen sonreir al planeta entero. En La Masía nació una revolucionaria pero a la vez ancestral idea futbolera. Porque eso es este Barcelona, la vanguardia de lo antiguo.

La Masía es una construcción de piedra, robusta, que por sí sola parece tener poco para contar, pero dentro habitaron, habitan y habitarán los mejores futbolistas del mundo. Xavi, Iniesta, Messi, Pedro, Puyol, Valdés, Bojan y Piqué vivieron allí, tocaron sus paredes,
durmieron en sus habitaciones, jugaron en sus campos, crecieron. Hoy, ellos son la elite del
deporte, pero antes fueron niños que soñaron con jugar en el césped del imponente estadio vecino.

El miércoles, en la primera semifinal de la Champions League, el Barça volvió a darle un golpe de gracia
al Real Madrid en su propia casa. Como aquel 29 de noviembre de 2010, los hombres vestidos de
blaugrana bailaron en el paseo de la Castellana y regresaron a Cataluña con los corazones contentos por haber jugado el fútbol que desean. Eso es todo lo que hace este equipo, jugar como quiere, como sabe, como aprendió en La Masía.

"Nosotros nos conformamos con pequeñas victorias que admiran al mundo entero", dijo Guardiola antes del duelo en el Bernabéu. Y no son palabras para agradar a la prensa, es un manifiesto, es una idea clara, es una verdad inobjetable. Este equipo no juega sólo para ganar, juega para jugar. Parece una apreciación cuanto menos ingenua en este tiempo en el que el deporte parece un negocio más. Puede ser, pero se puede elegir creer en las revoluciones, y si hay
un conjunto capaz de hacer la revolución, es este Barça.

Para cumplir ese precepto, jugar por jugar, se necesita bondad y uno no se imagina a ningún futbolista del Barcelona como una mala
persona. Son buena gente y eso también lo aprendieron en La Masía.

Esta utopía futbolera no nació de un día para el otro, tiene años, décadas de gestación. Este juego de seda, extraordinario, tiene un trabajo incansable detrás. Quizás comenzó con la Naranja Mecánica, hace más de 36 años. En aquella Selección de Holanda jugaba Johann Cruyff,
quien en 1988 llegó a la dirección técnica del Barcelona. En ese momento comenzó a nacer esta
maravilla que hoy disfruta el mundo.

Cruyff llevó una idea a Cataluña, una idea que quedó grabada a fuego en el club. Como técnico del equipo, ganó la primera Liga de Campeones en 1991, sin embargo su mayor triunfo fue haber
plantado la semilla del que que hoy es un árbol majestuoso. Desde aquellos días, en La Masía se
trabaja con el fútbol total como espejo, con el respeto a la pelota como único mandamiento divino. Eso mamaron todos los jóvenes talentos barcelonistas, desde Ángel Pedraza
Lamilla, el primer profesional salido de la residencia, hasta Sergi Roberto. Sólo cambian los nombres, la idea es la misma. Esa es la gran victoria del FC Barcelona.

En el extremo opuesto del mapa futbolístico actual está su clásico rival. Y esas diferencias históricas, emparentadas también con lo político, hoy se han trasladado al campo de juego como nunca antes. Mientras el Barça elige gastar 330000 euros en el tratamiento de un niño argentino de 1,40 mts. de altura, Real Madrid compra jugadores por un total de 500 millones en dos temporadas.
Mientras un club se decide por armar equipos apoyados en una ideología común a todas las
divisiones inferiores, otro compra a todas las individualidades del mercado. Hace diez años ganó la idea capitalista, hoy gana -y por mucha diferencia- la utopía de La Masía.

De los once jugadores blaugranas que fueron titulares en el duelo de ida de las
semis de Champions League, siete nacieron en la cantera, entre ellos el mejor futbolista de los últimos veinte años, porque Messi ya es el más grande de su era, como lo fueron Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. En el adversario, sólo Iker Casillas se formó en Real Madrid. Además, entre los suplentes hubo cuatro canteranos menores de 23 años, mientras que en el banco merengue estaban Kaká, Higuaín y Adebayor, entre otros. Otra vez La Masía presente.

Quizás la diferencia más notable se ve en los banquillos, junto a los relevos. El entrenador de Barcelona inició su carrera como DT en las propias inferiores, pero antes fue el capitán, símbolo y gran ídolo de aquel "Dream team" que dirigía... Cruyff. No, nada es una coincidencia. En cambio, en el Madrid trabaja un técnico ganador, pero con un perfil altísimo, que a veces se cree más importante que los propios futbolistas. El entrenador de este pletórico Barça también nació en la
Masía.

Es un lugar común decir que La Masía es una fábrica de sueños, pero no por eso la afirmación pierde validez. Allí se soñó un equipo que juegue al fútbol pero que sobre todo disfrute del fútbol. Parecía una quimera, porque la postmodernidad va en contra del placer desinteresado, pero se hizo realidad. Este equipo goza de la pelota y la pelota goza con ellos. Y con ellos goza también cada amante del fútbol. Al fin y al cabo de eso se trata la vida. En la magia de La Masía, las
utopías se pueden hacer realidad.