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Riquelme "soporta" a Falcioni

Riquelme mira para un lado, Falcioni para otro. El "10" ya le salvó el puesto varias veces al entrenador Télam

BUENOS AIRES -- El domingo 27 de marzo de 2011, por la noche y en Santa Fe, el ciclo de Julio César Falcioni en Boca pudo haber llegado a su fin.

Sí, apenas tres meses después de asumir, los dirigentes ya habían decidido que una nueva derrota en el Cementerio de los Elefantes dejaba sin aire al nuevo entrenador.

Los números del Clausura, hasta esa séptima fecha, eran malísimos.

1 victoria, 1 empate y 4 derrotas. 4 puntos sobre 18. Insostenible.

Además, y como si la pésima campaña fuera poco, el DT tenía otro problema importante para sostenerse: su relación con uno de los dos referentes (Juan Román Riquelme) era muy mala.

Por el contrario, el otro cacique del grupo (Martín Palermo) lo apoyaba firmemente.

¿De dónde provenían los cortocircuitos con el ídolo máximo (Riquelme) de los hinchas xeneizes?

Desde siempre. Falcioni nunca quiso a Riquelme.

El "10" le rompe su idea madre, ese 4-4-2 que tanto le gusta. Ese sistema no incluye un enganche. Y, mucho menos, si ese enganche tiene las características futbolísticas de Román.

El crack, para primerearlo, lo ninguneó de entrada con algunas declaraciones "made in Riquelme".

La respuesta, después de la derrota inicial con Godoy Cruz, fue apostar a un "11" sin "10".

Pero una catarata de resultados desastrosos llevó al DT al borde del abismo.

La única carta que quedaba jugar para frenar el descontento mayúsculo del pueblo boquense era "volver a ser felí", o sea, reconvocar a Riquelme.

Renunciando a sus convicciones nuevamente, como lo había hecho antes de la primera fecha y después de un verano con luz verde, Falcioni mandó al verde césped a quien era ahora su único salvavidas.

Pero Boca cayó con Olimpo en La Bombonera, y el final parecía sellado. Faltaba apenas el golpe de nocaut.

RIQUELME X 2

¿Y qué pasó? Volvemos a la noche santafesina del 27 de marzo.

Los sabaleros apuraban a un Boca que no podía lastimar.

El primer tiempo se había cerrado 0-0 y los rumores ya recalentaban demasiado una situación asfixiante a punto de explotar.

Martín Palermo atravesaba una sequía goleadora importante que recién cortaría varias fechas después.

Entonces apareció el hombre que, seguramente, Falcioni jamás suponía sería quien le salvara la cabeza.

Juan Román Riquelme se hizo cargo, como tantas otras veces, de un momento caliente. Y lo resolvió con su capacidad habitual, ejecutando de manera magistral un tiro libre desde ángulo cerrado. Con un moño exquisito y distinguido descomprimió una atmósfera pesada que olía a segura decapitación.

Claro que las grandes decisiones, para Boca, casi siempre pasan por La Bombonera. Que a la semana esperaba expectante el duelo con Estudiantes de La Plata.

Los hinchas acudieron al estadio con más ganas de bajarle el pulgar a Falcioni que de ninguna otra cosa.

Pero Román volvió a clavar un tiro libre en un ángulo, el equipo ganó, y el foco se corrió de lugar.

Todos aplaudían al "10". Falcioni no agradecía, pero al menos respiraba.

Por segunda vez, Riquelme prolongaba el contrato de un DT que no lo quería.

El Clausura siguió y, después de una derrota con Lanús, Boca consiguió mantenerse invicto por 10 fechas (6 empates y 4 triunfos).

Falcioni se aferró a esos números "maravillosos" poniéndolos sobre la mesa una y otra vez.

Por ahí, al entrenador le parecían muy buenos. Tanto que llegó a destacar el certamen realizado.

Boca fue 7º, con 28 puntos, a 11 del campeón Vélez.

Once abajo en un torneo corto. Bueno para Falcioni. Malo para la enorme historia del club.

Hasta hubo un intento mediocre de disfrazar objetivos y señalar el ingreso a la Copa Sudamericana como la frutilla del postre (una Copa a la que Boca no le dio tanta trascendencia ni siquiera en las oportunidades que le tocó ganarla). No hubo frutilla. Ni postre. Ni nada. Triste.

Ahora se simulan tiempos de paz entre plantel y cuerpo técnico. Y está bien que así sea si se apunta a ganar algo.

Pero las elecciones convulsionan a un club siempre politizado.

Y ocurre que aparece Juan Carlos Crespi para prender la mecha y, en la segunda fecha, poner en duda la continuidad de Falcioni.

Algo que encontró eco en los hinchas por una sola razón: no lo quieren al DT.

Lo demostraron claramente en la despedida de Palermo, reprobando de manera unánime la imagen del coach cuando la misma apareció en el cartel electrónico de La Bombonera.

RIQUELME, SIEMPRE RIQUELME

La noche de este lunes 15 de agosto no parecía tan determinante como la del 27 de marzo, pero los fantasmas acechaban con ganas.

Pero, una vez más, Riquelme apagó el incendio.

Se puso el equipo al hombro, dio una clase de fútbol, participó en todos los goles, y marcó uno de su sello.

La goleada 4-0 sobre Unión de Santa Fe evitó otro momento delicado.

Riquelme, que no lo quiere a Falcioni, volvió a salvarlo. Lo cual duplica (o más aún) su mérito.

Suena incoherente la frase de muchos, cuando hablan de "matrimonio por conveniencia".

Falcioni se juega en cada partido su puesto porque no hizo nada bueno en Boca hasta aquí.

Román no pone nada sobre la mesa cada vez que se calza la camiseta, porque ya le dio a Boca las mejores páginas de su historia junto a Bianchi y compañía.

Esa diferencia de escenarios impide que suene lógica aquella frase hecha.

Aquí no hay matrimonio alguno porque ninguno de los dos se tolera.

Y menos que menos conveniencia mutua porque Riquelme no necesita de Falcioni, y Falcioni sí necesita de Riquelme.

Si el crack se lesiona, se resfría, o simplemente baja su nivel, Boca dejará evidenciada sus flaquezas y su dependencia 100% del "10".

Podrá el equipo tener partidos buenos sin él, pero no de manera sostenida.

Simplemente, porque este Boca, sin Riquelme, es un conjunto timorato e inexpresivo.

Aún jugando regular, Román es determinante por lo que implica en propios y extraños. Los rivales lo respetan a él más que a este Boca. Sus compañeros creen más en él que en el propio entrenador.

A Falcioni, está dicho, por ahora lo "soporta" Riquelme.