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El orgullo de la Davis

Este equipo quedará en la historia del tenis mundial AP

CIUDAD DE MÉXICO -- Hoy alguien me preguntó, ¿de verdad es tan importante ganar la Copa Davis? cuando veíamos un canal de TV de España en donde prácticamente todo se enfocaba a las celebraciones, festejos, personalidades, y la gran proeza de Rafa Nadal de conquistar el punto deifnitivo, por vez primera, en las 5 Copas Davis que la armada hispana ha logrado en los últimos años.

¡Y me vinieron a la mente tantos lindos recuerdos! y eso que en México pocos momentos de orgullo podemos atesorar de la Copa Davis, pero eso sí, bien intensos y que tuvimos la fortuna de vivir muy de cerca, porque podemos decirnos privilegiados de haber tenido la fortuna de cubrir al tenis mexicano en mis inicios como periodista, cuando este vivió sus mejores años dentro de este evento.

Ya entonces no jugaba la gran estrella, Raúl Ramírez y era un recuerdo histórico que tan sabroso nos platicaba don Pancho Contreras sobre esa legendaria final ante Australia, cuando el inolvidable Rafael "Pelón" Osuna lo intentó, pero poco pudo hacer ante esa gran potencia que encabezaba nada más y nada menos que Rod Laver allá en la década de los 60s, incluso la otra final que se perdió sin jugar por cuestiones de orden político, cuando el equipo no tuvo el permiso presidencial de viajar a Sudáfrica, ya que México no tenía relaciones por el Apartheid, lo que nos dejó con la incógnita de saber si se hubiera conseguido algo más en la historia de la famosa Ensaladera de Plata.

Nos tocó ver a uno de los jugadores que siempre admiré más, por su espectacular forma de jugar y su carisma, Boris Becker, quien sufrió mucho con la afición mexicana allá en 1986, cuando llegó como el flamante campeón más joven de Wimbledon, pero como a diferencia de toda la tmeporada, la Copa Davis es el único torneo en equipo, pues un sólo hombre no podía hacerlo todo y Jorge Lozano, Pancho Maciel y la naciente estrella que también presumía título de Wimbledon, Leo Lavalle, pero Junior, nos dieron una serie i-n-o-l-v-d-a-b-l-e- en el Club Alemán... ¡ah cómo gozamos esos años en el Grupo Mundial y que lejanos se ven ahora!

Entonces nos quejábamos de no contar con campeones o figuras de primerísimo nivel, y que lejos estábamos de imaginar que años más tarde las cosas se pondrían color de hormiga y nuestro tenis descendió casi hasta el averno, gracias claro a los malos manejos de directivos, a la falta de continuidad de los programas de desarrollo que implementó el gran Jean Marie Lemaitre y que al parecer apenas se empiezan a retomar, así es que si se verdad se hace algo, no será hasta al menos 8 a 10 años que se vean algún resultado.

Viivmos series épicas frente a Australia con Pat Cash que venía de conqusitar Wimbledon en dramática serie empatada y que se definió hasta un lunes, recibimos también a Jim Courier como número uno del mundo y monarca de Roland Garrosy a un Brad Gilbert que fue un estupendo jugador, pero que todos le recuerdan más como el forjador de la carrera de Andre Agassi.

El club alemán fue el magno escenario en donde nos visitaron en Grupo Mundial , Gran Bretaña, la todavía Unión Soviética, visitamos a Italia, a España con los hermanos Sánchez Vicario en su mejor momento, viajamos a Estados Unidos para perder sí, pero qué nivel entonces, nada que ver con la pobreza que hoy se advierte en nuestro equipo Copa Davis... ¡tan olvidado por tantos presidentes de la Federación! que sólo desfilaron por ahí para hacerse de un cargo, un sueldo y sin aportar absolutamente nada a nuestro deporte blanco.

Regresó Manolo Santana con una España que nacía como potencia deportiva en todos los aspectos, pero se equivocó y nos obsequipo a un Alberto Berasategui fuera de ritmo, para darle la victoria a México que se celebró en gran forma en el mismo club Alemán.

La debacle llegó en aquel 1991 cuando, como siempre, cuestiones más allá del deporte, desplazaron al genial Yves Lemaitre de la capitanía para dar paso a un gran personaje, Tony Palafox, el inseparable entrenador de John McEnroe y gran jugador, pero que tenía tantos años alejado que nada sabía de los nuestros y en un lance de soberbia decidieron regalarle la serie a Holanda que nos visitó, y les pusieron como si de alfombra roja se tratara una cancha de arcilla en la que lógico, nos barrieron, y eso que Richard Krajicek apenas debutaba y le faltaban algunos años para convertirse en campeón de Wimbledon.

Hasta ahí llegan los buenos recuerdos, después todo se volvió oscuridad, pleitos, intereses personales y adiós a los programas juveniles, adiós al interés por los jugadores y bienvenida realidad... amarga realidad de la que sólo le digo, hemos visto desflar el fracaso del brazo de pésimos directivos.

Pero mis recuerdos se evaporaron al ver la increíble final que España jugó ante Argentina para obtener la famosa Ensaldera de Plata que allá en 1900, Dwight Filley Davis se "robó" de su casa para ofrecerla como trofeo de un torneo que sin saberlo, se convirtió en el más importante del mundo y el único que le enseña a los jugadores de tenis, seres itinerantes,solitarios y ermitaños a compartir su arte, a trabajar en grupo a ganar en equipo, algo inusual para las grandes raquetas.

Muchas historias de rivalidad hay en la historia de la Copa Davis, la más célebre tal vez para los latinoamericanos, la que escenficaron siempre el talentoso Guillermo Vilas que estaba a años luz de nivel, de su acérrimo rival ,José Luis Clerc, pero que a pesar de las diferencias afuera, en la cancha lograban unir su talento por el bien común, por el equipo y hasta ganaban partidos que en esas condiciones difíclmente lo haría cualquier otro jugador, pero Vilas siempre ha sido y será una estrella fuera de serie, él mismo nos lo platicó en su viista a México hace ya unos 8 años, cuando olvidadas las disputas hasta dieron una exhibición en Acapulco junto con Jimmy Connors y Mats Wilander, otros de que supieron lo que es levantar es inmensa y pesadíisma Ensaladera de Plata.

Son 111 años de historia de este torneo, más antiguo que Roland Garros, que los Abiertos de Estados Unidos y Australia y que poco a poco, aglutinó al mundo por la disputa de la Davis, considerado uno de los mayores privilegios por cualquier jugador.

Y este años nos dio un gran placer saber que fue el estilo latino el que se impuso, Argentina le disputaba de nueva cuenta la Copa Davis a España, sólo que ahora como visitante y querían desquitarse, fue Del Potro quien dio un partidazo ante Rafita Nadal, pero no bastó, el ya famoso cántico de los 25 mil reunidos en el estadio de La Cartuja en Sevilla, allá por donde en 1992 se celebró la Feria Mundial y se instalaron las Carabelas en las que Cristóbal Colón descubrió América, rodeo la pelea por la corona en forma de Ensaladera.

Hubo esperanza para el tenis latinoamericano cuando se logró el dobles, pero el partido que enfrentó a los dos mejores de estas naciones resultó como se esperaba, intenso, interesante, muy cerrado, pero impulsado por el canto de " ¡Yo te quiero más!... Sevilla en mi corazón...Yo te sigo a todas partes... ¡gracias por ser español!" no dejaban de retumbar en ese toque flamenco y acento andaluz entrecortado que le dieron a Rafita Nadal el espíritu y la fuerza para conqusitar el triunfo definitivo... y el festejó continuó: "¡en cada punto me dejare la vida!... cada bola será el último set... Sevilla en mi corazón... ¡gracias por ser español!"

Enmedio de esos cánticos se fundieron los 5 grandes de España, esos hoy históricos, Rafita, Fernando Verdasco, Feliciano López, David Ferrer y su capitán Albert Costa, y dejaron muda a una nación de barras celestes y blancas, al Rey David y al campeón Delpo, que debieron conformarse con un subcampeonato.

Pero al final todo es una fiesta, ese es el espíritu con el que Dwight Filley Davis inició esta competencia fraterna, y ni él imaginó jamás aglutinar a todos, unir al mundo, a ese mundo tan solitario e individual del tenis, englobado en un equipo, en una lucha conjunta en una unión muy particular.

España y Argentina jugaron una de las finales más emotivas de la historia, pero por encima de todo nos demostraron el verdadero orgullo de la Copa Davis... ¡y olé!