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El día después de mañana de UAG

GUADALAJARA -- El día después del final luce desolador en el estadio 3 de Marzo de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Una noche antes, la del viernes 27 de abril, Estudiantes jugó su último partido en Primera División ante Gallos Blancos de Querétaro.

El silencio que impera en el campamento y en los alrededores contrasta con el bullicio de lo que sucedió. El partido en sí ofreció poco en lo futbolístico, tan sólo confirmaciones de lo que ambos equipos fueron en la actual temporada y que generó el descenso de Tecos, y la situación apremiante en la que se quedan los Gallos Blancos de Ángel David Comizzo, también al borde del precipicio junto con el Atlas.

Las imágenes finales en las gradas del estadio aún están presentes. Por increíble que parezca, Estudiantes tenía sus aficionados escondidos, ocultos y apenados por el mal paso, pero que decidieron decirle adió en su última morada.

Jóvenes, y otros que rebasan los 30 años cantaban con las lágrimas en sus rostros: "¡Estudiantes sé que volverán, sé que volverán!", mientras en la cancha los jugadores hacían un esfuerzo por ganar el encuentro que ya había empatado Gallos por 1-1. Pero eran inútiles. Sin embargo, en uno de los pocos partidos en los que la gente se les entregó, tal como lo hicieron aquel 30 de abril de 1994 cuando se coronaron por única vez ante el Santos de Torreón, esta ocasión había cabida para reproches.

Más emotivo fue el instante en el que Héctor Hugo Eugui decidió premiar al Pony Ruiz con el aplauso de la afición: ¡Pony! ¡Pony!". Es un jugador que adoptaron, porque también en Torreón es un ídolo.

Antes del partido desfilaban por los pasillos esos seguidores discretos, que están orgullosos de ser así, sin escándalos tan típicos como las llamadas barras que apoyan al resto de los equipos.

Ana María González es una aficionada que ha asistido por años a los partidos de Tecos y no evita la nostalgia ni mucho menos descargar el coraje contra quienes ella considera que originaron la caída de su equipo.

"Siento mucha tristeza y que por malos manejos de gente ajena que llegó a nuestra Autónoma estamos donde estamos. Le voy al equipo desde hace más de 20 años, desde antes de que fueran campeones, yo venía cada 15 días al estadio, y viajaba con ellos por toda la República Mexicana. Pero yo los voy a seguir apoyando donde estén, yo soy Teco de corazón… ¡Arriba los Tecos!", grita sin pena.

Jesús Calderón, propietario de un puesto de tacos a las afueras del estadio recuerda los inicios de Tecos en la década de los setenta, enfatizando que su negocio será afectado en la parte económica al tener un equipo menos en Primera División: "Tengo 33 años viniendo aquí. Me acuerdo de cuando este estadio tenía unas graditas de plástico y sus mallas, aquí veníamos... ahora ya no. Yo no le voy ni a Tecos, ni a Chivas, ni al Atlas, vengo a hacer negocio, de aquí vivimos. Primero fue Chivas que se fue del Jalisco, y ahora Tecos, ahora que no están ellos a ver qué hacemos. Seguramente el señor Vergara nos dará chance de trabajar en el Omnilife porque ya no vamos a estar aquí y tenemos que comer".

UN EX CAPITÁN CON TRISTEZA
A la cita del viernes también asistieron jugadores que inscribieron su nombre en aquel campeonato de 1994. Entre ellos Jaime Ordiales. Medio de contención y capitán del equipo que dirigía Víctor Manuel Vucetich, a quien a partir de ese título se le bautizó como el Rey Midas, porque todo equipo que él tocaba era campeón.

"Fue un paso importante en mi carrera, fue mi primer campeonato, la primera vez que pude levantar una copa, y me trae unos recuerdos maravillosos. Es un equipo que he querido mucho, que si probablemente no ha sido importante en el arraigo de la gente sí tuvo --al menos en el tiempo que jugué aquí-- una comunión con la afición y su comunidad universitaria. Me da tristeza lo que pasó, ha sido un cúmulo de muchas circunstancias, pero hay que mirar hacia delante, tener confianza en que va a regresar".

Ordiales regresaría a Tecos como auxiliar de César Luis Menotti en el Torneo de Apertura 2007, y cuando el argentino renunció, el ex capitán tomó la estafeta de timonel. Pero una vez más, la impaciencia de los directivos cortó con la continuidad para que Jaime se sumara a la larga colección de entrenadores en la historia de Tecos.

CHETO, SIN RENCORES EN EL RETIRO
La conquista de aquel campeonato de 1994 inspiró a uno de los presentes en las tribunas del 3 de Marzo. Juan Carlos Leaño. Era entonces un adolescente de 16 años, pero ya tenía fija la idea de que él sería futbolista profesional y que cumpliría el sueño de su padre Antonio Leaño de ser lo que él no pudo ser por dedicarse más a la actividad académica de la Universidad.

En la noche del viernes, cuando todo había culminado, Antonio Leaño recordó los pasajes con su hijo: "Yo lo traía a jugar desde chiquito a los partidos que jugábamos con un equipo que formamos, y él quería jugar con los grandes, le advertía: 'hijo, estás aún muy chico, te pueden lastimar', pero él insistía, y le tenía que decir a mis compañeros que se portaran bien, que no se fueran a pasar con él".

El Cheto, como le apodan, continuó con su anhelo de ser futbolista.

"Cuando vi cómo levantaron la copa Osmar Donizette y Marcelo Gonçalvez yo quise hacer lo mismo, me puse el objetivo de que lo iba a cumplir. Desgraciadamente por muchas circunstancias no se pudo", dijo mientras una de sus hijas lo abrazaba sin poder contener el llanto.

Juan Carlos sabe que siempre fue objeto de críticas muy duras. Su escasa técnica individual fue más de una vez motivo de ataques, sobre todo cuando sus errores se notaban en su propia portería. Las carencias las debió cubrir con puro coraje y pundonor. Y pese a ser el hijo del ahora rector Antonio Leaño Reyes, los técnicos decidían dejarlo en la banca. A Rubén Omar Romano le costó el puesto, tal como él lo declaró al ser despedido: "A hue... no me van a imponer nada", dijo a finales del 2001 luego de perder un partido contra Tigres.

El ahora ex futbolista explica que su condena tanto con técnicos como con los medios de comunicación fue ser el "patrón".

"Quiero agradecerte mamá por todo el apoyo, tus consejos era lo que más me mantenían contra tantas piedras que me iban poniendo en el destino, y sobre todo para ayudarme a luchar contra toda esa gente llena de envidia que se interponía a que yo lograra cumplir esas metas. [...]

También a los reporteros, editores, y a toda esa gente que vivía quizá con envidia o sus frustraciones les impedían ver las cosas positivas de mi historia futbolista. A ellos les tengo que decir que tampoco me pudieron desanimar para que trabajara más fuerte y que tuviera que demostrar en cada partido por el sólo hecho de ser el patrón y que me concentrara en las cosas más importantes de mi carrera", dijo Juan Carlos en un comunicado que leyó anunciando su retiro.

La historia de Estudiantes concluyó en la Primera División. Son 37 años en los que más allá de los altibajos, hubo pasajes memorables aparte del título de 1994. También quedan inscritos los dos campeones goleadores como el Oso Salazar, y Sebastián el Loco Abreu, la marca aún vigente de 20 partidos sin perder en la temporada 1980-81 bajo el mando de Carlos Miloc, y el sorprendente equipo que dirigió Daniel Guzmán en el Clausura 2005 cuando alcanzaron la final ante el América.

El Cheto habla de un proyecto de resurrección. Sólo el tiempo dirá cuánto tiempo permanecen en el exilio.