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Estertores de una noche histórica

BUENOS AIRES -- Queridos lectores, no quería dejar pasar más días sin contar mi odisea junto al campeón mundial Maidana. Cuando dije "juntos" quise decir yo de un lado de la tele, a las dos de la madrugada, siguiéndolo como un fan incansable, y él dando cátedra en Estados Unidos.

El boxeo es algo que siempre me interesó muchísimo, vivo al lado de la Confederación Argentina de Boxeo en la calle Castro Barros entre Don Bosco y Rivadavia, justo al lado del supermercado Coto. Ahí vivo yo.

Siempre a lo largo de mi entretenida vida, me acerqué a ver las peleas que allí se disputaban, vi a la Hiena Barrios, a Locomotora Castro, a Julio César Vásquez y a otros grandes campeones. Recuerdo, muchas veces, que me quedaba horas mirando en la vidriera de Corti, los cuadros de nuestros campeones del mundo. Casualmente ahora hay un cuadro muy lindo de Maidana.

Piña va piña viene, fui enamorándome de este deporte. Incluso pensé seriamente en practicarlo, convertirme en el nuevo Mike Tyson argentino de comienzos de los años 90. En fin, acá estoy tipiando cross de derecha al aire sin mandíbula.

Pasó el tiempo y el boxeo, por una u otra forma, seguía pegado a mi vida. Hasta la madrugada del sábado, cuando vi una de las peleas más bravas que existieron en Estados Unidos. "El Chino" Maidana, ya desde el primer round salió como un león a liquidar el pleito. El bravucón, el hablador, el canchero, el agrandado, Broner, "The problem", se vio de pronto, ante un gran problema casi sin solución: el argentino Maidana.

En San Antonio, Texas y ante un público muy a favor de Broner me quedé solo en la madrugada, mordiéndome las uñas y viendo a un Maidana, ligero, contragolpeador, con grandes movimientos de cadera.

¡Cuánto había mejorado Maidana! Con más puntería a la hora de tirar sus golpes potentes, rápido y exhibiendo un boxeo moderno y golpeador, Maidana hacía lo que quería con uno de los grandes boxeadores de esta época.

Feliz, alegre, de ver el crecimiento boxístico de este boxeador, en la oscuridad de la madrugada, frente a la luz del televisor me sentí como si un ovni me transportara.

Salté de mi silla muchas veces, tiraba golpes al aire por la energía que me transmitía la pelea. A miles de kilómetros de Texas, en el barrio de Almagro, un desconocido como yo, también librara su pelea personal contra el tiempo y los sueños.

Cuando la pelea terminó sentí una paz y una felicidad enorme. Eran las dos y media de la mañana y a mi lado no había nadie. Solo, con Maidana del otro lado de la pantalla del televisor.

Un lujo destinado a pocos, eso significa ver una pelea de este boxeador santafesino que se ganó el cariño de todos. Un boxeador que nunca se olvida de su pueblo Margarita.

Me tiré en la cama, cerré los ojos y me puse a soñar con lo que había vivido. Una noche gloriosa del boxeo argentino.