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El año de la bestia

LeBron James ha ganado finalmente la batalla. Su batalla. El cruce sistemático de sus propios demonios, dentro y fuera de la cancha, ya forman parte de un pasado oscuro, dificultoso, que contradice el momento de una de las estrellas más dominantes del planeta.

2013 fue el año de la bestia. La confirmación de un atleta superior capaz de borrar con la mano izquierda al niño malcriado de los Cavaliers para dibujar con la derecha al superhombre del Heat.

Las grandes figuras tienen tres etapas inevitables en su camino a la consagración. El nacimiento es la más sencilla, porque todo se apoya en el talento para que se produzca el despegue. El asentamiento, la más difícil, viene después; aquí la estrella moldea su ego -construido por apreciaciones externas- con su juego para encontrar su verdadera identidad. Y por último, se produce la confirmación o maduración: una transformación de oruga en mariposa para despejar cualquier duda existente sobre sus artes.

Los buenos jugadores llegan al primer escalón. Los muy buenos al segundo y los elegidos al tercero. James ha entrado en esa lógica de dominio absoluto, en la que un chasquido de dedos le permite quebrar el orden establecido para escribir sus propios lineamientos. Sus propias reglas. En los dos costados de la cancha desafía la gravedad y también las leyes lógicas del cuerpo humano: su versatilidad, su capacidad de hacerse grande o chico según las necesidades, conspira no sólo contra los rivales, sino también contra el propio juego.

2013 le permitió a James tirar al suelo de manera definitiva la mochila que cargaba en años anteriores. Sin presión, la fiera se ha desbocado y ya nada pueda detenerla. El primer título fue un desahogo, el segundo el nacimiento de la etapa de dominio. Nadie puede saber si llegarán los múltiples campeonatos que alguna vez prometió -mejor dicho, que su anterior versión malcriada hizo, porque esta jamás podría afirmar una apreciación tan poco mesurada-, pero sí sabemos que nunca antes lo hemos visto con un control semejante de su cuerpo, sus habilidades, su temperamento. El clutch time ya es un terreno fértil para LeBron, que ha pasado a ser psicólogo de sus propios compañeros merced a su expresión corporal y su mejora sistemática del registro interno; siempre sabe quién tiene que recibir el balón en el momento adecuado para quebrar el corazón del oponente.


EL INOLVIDABLE AÑO 2013 EN LA NBA

EL MOMENTO
Sin dudas el instante más recordado del año -y por qué no, uno de los más importantes de la historia de la NBA- fue el sexto partido de las Finales entre Heat y Spurs en el American Airlines Arena.

San Antonio tenía el partido dominado y por ende el campeonato en el bolsillo. Una serie de desaciertos de los Spurs -entre ellos, no cortar con falta tres puntos arriba en el marcador y tener a Tim Duncan en el banco de suplentes- y un par de buenas movidas del Heat -entre ellas, dos rebotes ofensivos trascendentales- permitieron a Ray Allen igualar un juego imposible para que su equipo lo gane luego en tiempo extra.

El séptimo partido mostró la versión más acabada de James en su carrera, pero la realidad es que el alma de San Antonio había sido extirpada horas atrás.

LA APARICIÓN
Difícil elección, pero debemos quedarnos con Paul George, alero de Indiana Pacers. Ante la salida de Danny Granger por lesión, Indiana despertó un arma de destrucción masiva en el puesto que le permitió transformarse en candidato a algo importante.

Sería un error pensar que los Pacers son un jugador, pero también sería equivocado concluir que sin él podrían haber llegado a lo mismo. Frank Vogel confeccionó un equipo compacto, ordenado y serio en los dos costados de la cancha. En esa estructura, George ha sido la carta más relevante del perímetro, el líder que un conjunto de estas características necesita.

En los playoffs pasados, estuvieron cerca de quitarle el lugar en las Finales a LeBron y compañía. Hoy, con equipo mejorado, el escenario puede ser diferente: ¿Estarán listos para dar el gran golpe?

LA DECEPCIÓN
Derrick Rose. El base de Chicago Bulls, estrella absoluta de la Liga, sufrió una lesión de rodilla que le impidió jugar la temporada pasada con su equipo. Incluso no pudo engancharse en playoffs pese al pedido masivo del público del básquetbol. Y en su esperado regreso en 2013-14, cargado de expectativa, sufrió una lesión en la otra pierna que lo volvió a marginar por completo.

¿Cuál es la carga de presión que reciben las figuras de esta índole? Esto que sucedió con D-Rose puede ser una casualidad macabra. O algo para prestarle máxima atención en el futuro cercano.

EL RECUERDO
En esta temporada, dos grandes figuras oficializaron su retiro: Tracy McGrady y Allen Iverson. Escoltas punzantes, anotadores profundos, T-Mac y Iverson se despidieron de la práctica activa dejando un legado inolvidable.

Su estilo, perteneciente a una generación anterior de la NBA en la que convertir puntos estaba por encima de cualquier otra habilidad, reclutó a miles de fanáticos a seguir este deporte.

El básquetbol, como no puede ser de otra manera, agradece todo lo que hicieron en su nombre.