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El Barcelona repite el drama del 96

BARCELONA -- Tan lejos en el tiempo, la derrota del Barcelona en Mestalla catapultó ayer al primer plano lo sucedido en el club azulgrana hace ahora 18 años, cuando en el espacio de diez días el equipo dirigido en aquel entonces por Johan Cruyff pasó del todo a la nada en 10 fatídicos días que condujeron al club al mayor terremoto que se recuerda.

La corta era de Gerardo Martino al frente del Barça nunca ocupará un apartado destacado en la historia culé, pero podrá ser recodada por la comparación de dos equipos que alcanzaron el momento cumbre de la temporada aspirando a conquistar tres títulos que se escaparon consecutivamente en unas semanas trágicas.

Fue hace 18 años, en 1996, y, curiosamente, con el Atlético de Madrid en el primer plano.

Este miércoles 16 de abril la Copa del Rey que se escapó en Mestalla cerró el círculo que se abrió hace una semana en el Calderón, donde una diana de Koke bastó para enterrar las esperanzas del Barça en la Champions. Al cabo de tres días el Granada borró prácticamente todas sus esperanzas ligueras, con otro simple gol de Ibrahim que descabalgó al grupo de Martino hasta la tercera plaza del campeonato y le encaminó a una final de Copa sin vuelta atrás. Todo pendiente de Valencia. Y Bale, en una carrera fatal, lo enterró todo.

Al Barça de Martino se le acabó la temporada. Intuir un milagroso repunte en el campeonato liguero se adivina hoy una utopía futbolística tanto o más por la propia decadencia que muestra el Barça que por sus dos rivales en sí mismos. El final de una era, que se aventura hace demasiados meses, está a la vuelta de la esquina y el futuro inmediato apunta a una revolución de difícil encaje, por cuanto de entrada el club está inmerso en un conflicto gravísimo por la sanción de la FIFA que le impide acudir al mercado de fichajes.

EL PASADO

Deportivamente la situación traslada el presente a lo que sucedió en la recta final de la temporada 1995-96, la última de Johan Cruyff en el banquillo y que degeneró en una crisis a todos los niveles que se arrastró de una u otra forma hasta la caída de Núñez en la presidencia cuatro años después.

El 2 de abril de 1996, el Barça empató (2-2) en el partido de Ida de las Semifinales de la Copa de la UEFA en Munich frente al Bayern. Venía de ganar 0-1 en Albacete (gol de Óscar) y a la siguiente jornada, la 35, el empate del Atlético en Oviedo le permitió, ganando por la mínima a la Real Sociedad, acercarse a tres puntos de los colchoneros, líderes en la tabla.

Una euforia artificial se instauró en el entorno azulgrana, ya muy agitado por la guerra fraticida entre el entrenador y el presidente, contemplando los días venideros, en que se jugaba todo a cara o cruz. De la misma forma que el Barça llegó al Vicente Calderón la semana pasada aspirando a todo y en busca del billete en Champions para semifinales, entonces, en 1996, comenzó la ruleta con la disputa de la final de Copa, el 10 de abril en Zaragoza. Y allí fue donde todo comenzó.

Comenzó la caída al abismo. El 10 de abril el Atlético de Antic, líder en la Liga, derrotó al Barça en la final de Copa de La Romareda con un gol de Milinko Pantic en la prórroga. Fue en un partido áspero y dominado por el grupo azulgrana, un encuentro no tan diferente a este de Valencia en el que el protagonismo del juego fue barcelonista pero sentenciado por un contragolpe atlético, a través de una carrera por la banda de Geli (ex culé precisamente) cuyo centro fue rematado por el serbio para batir a Busquets. El padre de Sergio.

Aquel KO significó un shock en el vestuario, dio alas a Núñez en su enfrentamiento con Cruyff, provocó ácidos debates y posicionamientos en la prensa y convirtió el entorno en una olla a presión. Al cabo de tres días el Barça no pasó del empate en Santander (1-1) frente al Racing y se mantuvo a tres puntos del líder, el Atlético campeón de Copa que, precisamente, debía visitarle en el Camp Nou al cabo de una semana. Allí podían los madrileños dar el golpe de gracia a la Liga o los culés desplazarles del liderato. Todo a una carta.

Pero antes, el 16 de abril, se jugaba el partido de vuelta de las semifinales de la Copa de la UEFA frente al Bayern de Múnich. El 2-2 de Alemania daba todas las esperanzas... Y el golpe sufrido fue monumental. El Bayern, a la postre campeón frente al Girondins de Zidane, tomó al asalto el Camp Nou ganando por 1-2 con una superioridad indiscutible y seis días después de despedirse de la Copa del Rey al Barça se le escapaba el segundo título del curso. Quedaba el último cartucho. El más importante. La Liga.

Y fue la noche del 20 de abril cuando todo acabó. Sumaba 74 puntos el Atlético de Madrid por 71 el Barça cuando se enfrentaron cara a cara para decidir la suerte del campeonato de la regularidad. Un par de días antes del encuentro comenzó a circular el rumor de que la directiva de Núñez había decidido acabar con la etapa de Johan Cruyff en el banquillo y el duelo llegó precedido por un ambiente enrarecido que en poco o nada ayudó al equipo azulgrana, que fue poco menos que aplastado por los colchoneros en pleno Camp Nou.

Bajo el liderazgo de Caminero (hoy Director Deportivo colchonero) y las agallas de Simeone (el actual entrenador), aquel Atlético venció por 1-3 y sentenció la suerte del campeonato a falta de cinco jornadas para su conclusión. Curiosamente, ironías del futbol, las mismas que restan hoy para acabar una Liga en el que el Barça ve a lo lejos, en el liderato, al mismo equipo rojiblanco.

Allí se acabó de derrumbar el Barça de Cruyff, que al cabo de un mes sería fulminado por la directiva de Núñez dando paso a un auténtico terremoto en todos los órdenes del club, con una oposición cada vez más encendida, y una planificación deportiva que se llevó por delante el cambio generacional ideado por el holandés y entrando en su lugar un Bobby Robson que, auspiciado por el propio presidente, reformó todo el vestuario, dando entrada hasta ocho fichajes (Ronaldo el más destacado), concediendo siete bajas en la plantilla y apartando del primer plano a los canteranos catapultados un año antes por Johan.

EL PRESENTE

Comparar el ascendente de Cruyff en la historia del Barcelona con el recuerdo que pueda dejar Gerardo Martino está de más por cuanto no puede ni contemplarse, pero más allá de ese pequeño pero trascendental detalle, lo sucedido en los últimos días en el club, en el equipo, obligan a echar la vista atrás para recordar qué ocurrió hace 18 años.

El Barça ha perdido tres títulos en una semana, pero, más aún, el entorno se adivina cada vez más agitado en el plano institucional. En las horas previas a la final de Mestalla un vicepresidente de calado como es Jordi Cardoner declaró pomposamente que una derrota en la final de Copa ni motivaría la marcha de Martino ni, tampoco, provocaría que la directiva se plantease la posibilidad de adelantar a final de temporada las elecciones que le demanda la oposición con cada vez más fuerza.

Pero el presente dibuja una situación límite tanto en el campo como en el banquillo. Y una incomodidad manifiesta en los despachos. Al Barcelona le restan cinco jornadas de Liga que se avecinan como una travesía del desierto para un equipo al borde del colapso, con una dirección errática desde el banquillo y no pocos jugadores señalados.

Mientras el Atlético suspira por un doblete que le conduzca a la eternidad y el Real con una carambola liguera a la que sumar el sueño de la 'Décima' para cerrar el curso con Matrícula de Honor, el Barça se encamina a la invisibilidad de la decepción. Una situación límite apuntada por muchos hace ya un año y que esta vez parece sentenciada.

EL FUTURO

El análisis en caliente se entiende desacertado dentro del club y es por ello que se espera que la toma de decisiones sea desde la frialdad. Con todo, el futuro se presenta con la incógnita como gran protagonista. Porque hoy por hoy el Barça está en manos de la FIFA y de lo que se decida en la sanción que le impide fichar dependerá en gran medida lo que vaya a ocurrir.

De la misma manera que tiene apuntados varios nombres que fichar, la dirección deportiva, se supone, habrá utilizado las últimas semanas para acabar de perfilar una lista de jugadores cuyo futuro en el Barça no se contemple. El problema, y no menor, es que si no hay perdón de la FIFA y el recurso al TAS no es favorable a los intereses azulgranas, su imposibilidad de fichar a tal o cual jugador conllevará que tal o cual jugador de la plantilla con el que no se contase de cara al próximo curso deba permanecer en la plantilla.

Un problema mayúsculo, sin duda. Un problema que puede empezar por la portería, el puesto de mayor dificultad hoy en día considerando la marcha de Valdés y a la vista de que el rendimiento de Pinto, en el momento cumbre, no ha respondido. Y que ni se le contempla, obviamente, como un portero titular del equipo.

A partir de ahí los nombres y posiciones irían perfilando ese castillo que debe levantar el Barça. Y del que no sabe aún si recibirá el 'permiso de obras'.

Lo único que parece claro es que en el banquillo no seguirá Gerardo Martino. La apuesta por el Tata se ha demostrado fallida y de una manera o de otra su salida del Barcelona a final de temporada está sentenciada. Los medios le han puesto la cruz, la afición le ha puesto la cruz y la directiva le ha puesto la cruz. La plantilla, más allá de defensas públicas, hace tiempo que dejó de creer en él.

Su sustituto, en lo que al nombre se refiere, abrirá otro debate en este futuro inmediato. Hace apenas tres días se apuntó el nombre de Jürgen Klopp, el entrenador del Borussia Dortmund. Sin embargo, las opciones de que el alemán pudiera aterrizar en el Camp Nou no se antojan para nada tan simples. De entrada porque tiene contrato en vigor (renovado el pasado mes de octubre) hasta el año 2018 y de salida porque su filosofía futbolística dista mucho de la instaurada en el Barcelona desde hace demasiado tiempo. Y entre todo ello porque el propio Klopp admitió hace no demasiado tiempo que el futbol del Barça le 'aburría'.

¿Enterraría el Barça el sistema que le llevó a la excelencia? La pregunta no es de fácil respuesta. En el propio club hay defensores acérrimos del sistema personal que lleva practicando el equipo desde la época de Cruyff (y que quiso Núñez cortar de raíz con su despido y cambio por Robson) y los que consideran que empieza a estar anticuado.

Anticuado. Palabra que en allá por el frío diciembre de 1996 se escuchó en boca de uno de los vicepresidentes de la junta de Núñez para defender el cambio de sistema que se quiso instaurar en la época.

Y es que, a la vista está, el FC Barcelona parece atrapado en el tiempo. Y catapultado a 18 años atrás. Queda por ver cómo será capaz de salir del atolladero.