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Brillante, competitivo y emocionante

NUEVA YORK (ESPNdeportes.com) -- El combate entre Marco Antonio Barrera contra Erik Morales el pasado sábado en el MGM Grand de Las Vegas, no fue sorpresa.

El tercer combate entre los magníficos gladiadiores mexicanos resultó ser tal y como nos lo habían platicado. Hubo golpes a granel, y el coraje normal de los gladiadores parecía inscitar a ambos resistir impactos para que el fanático no se olvidara de que apesar de sus talentos de táctica y estrategia, no se debía excluir el coraje y machismo emocional de la ecuación pugilística mexicana. Mirarlos en el cuadrilátero despachando combinaciones y esquivando golpes de forma excepcional el uno contra el otro, son los momentos con que sueña el fanático de boxeo.

A mí siempre me a gustado el boxeador que pega a menudo, sin ser golpeado de igual manera. Pero eso no quiere decir que no me deleita ver combates como los que nos presentan púgiles de la talla de Barrera y Morales. Uno no se puede contener viendo boxeadores de furia controlada como la que nos obsequiaron tanto Marco Antonio como Erik.

Extraordinariamente, a la primer mitad del combate yo le había anotado tres asaltos por dos en favor de Barrera, con uno empate - el cuarto. Mientras que durante la segunda mitad (del séptimo al duodécimo) vi dos asaltos (el octavo y décimo primero empates) y noté que Barrera estaba bregando con su condición emocional con más efectividad que Morales.

Por supuesto, Morales parecía estar muy consciente ya para el tercer asalto, de que por tercera vez en los dos últimos años estaba envuelto en una batalla de iguales. Y su esfuerzo era para poner presión y disparar golpes constantemente. Pero me pareció que Marco Antonio ya había anticipado esa condición y estaba preparado para confrontarla. El resultado de esos posibles pensamientos son inpredecibles, especialmente con peleadores mexicanos que son tan conocidos por emplear mayormente músculo, fuerza y velocidad en sus batallas pugilísticas. Parecen como si el estudio y las lecciones que recibe un boxeador para sus combates fuera una estupidez, cuando lo que hay que hacer es arrancarle el alma a su oponente a golpe limpio.

Yo siempre he vivido con la idea de que inconscientemente, el campeón mexicano es como cualquier otro campeón que al final de la jornada los tácticos lo reconocen como un púgil brillante, pero que lleva deseos de añadirle emoción en sus combates, por ser un riesgo natural de su profesión.

Combates entre dos mexicanos, como las tres peleas entre Marco Antonio Barrera contra Erik Morales en los últimos dos años, no se pueden echar a un lado como combates entre dos masas humanas disparando puños a granel que si conectan, conectan y si no, pues da igual. No señor, estos dos señores han demostrado ser capaces de plantar sus puños donde plantan su mirada, en un santiamén. Lo han hecho en las tres batallas que han tenido, las cuales han complacido a cientos de miles de fanáticos, sin contar al que conoce de boxeo que no puede descartar el hecho de que estos dos hombres poseen la calidad e inteligencia de todo campeón.

Este combate fue competitivo y excitante. Los dos, Barrera y Morales, se veían orgullosos después del combate, y ninguno se sintió avergonzado al oir la decisión final. Parecía como si ambos estuvieran preparados para admitir cualquiera que fuese la anotación final. Así de complicada fue la pelea.

Por supuesto, el público salió encantado y argumentando sobre la decisión de los jueces.