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Sexo y boxeo

NEW YORK, N.Y. (ESPNdeportes.com) -- Hace varios años, cuatro ex campeones de boxeo --Floyd Patterson, Rocky Graciano, Jake "El Toro Salvaje" LaMotta, y su servidor-- estábamos en un estudio de televisión en Nueva York contestando preguntas de un anfitrión jocoso. En el grupo estaba también Chuck Wepner, un ex-contendor peso completo de New Jersey mejor conocido como "El Sangrador de Bayonne," un pugilista que en triunfo o derrota casi nunca terminó un solo combate sin sufrir alguna que otra cortadura en su rostro.

Mientras comentábamos sobre el tema a discutirse, LaMotta y Graciano ya tenían una cerveza en la mano. Patterson, Wepner y yo estábamos tomando soda y picando entremeses. Cuando nos preguntaron si estábamos enterados del esquema del programa, todos asentimos a la misma vez, simulando absoluta seriedad. Desde luego, ninguno de los técnicos presentes nos creyeron.

Desde el comienzo, yo pensé que íbamos a tener una tarde chistosa. Patterson era tímido por naturaleza y se esperaba poco argumento de su persona; LaMotta era exactamente lo opuesto; Rocky no era muy elocuente, pero le gustaba hablar mucho; Wepner parecía muy sano y con mucho sentido común para el tipo de entrevista que esperábamos.

De todos modos, en un santiamén nos encontramos todos sentados muy cómodos en una mesa redonda con comida para picar: queso, galletas, aceitunas, atún molido, cerveza y vino fino, frente a cada uno; cada cual con un micrófono prendido en la solapa de la chaqueta. De momento, el espectáculo comenzó... ¡en vivo!

Cuando hicieron la pregunta de porque habíamos escogido el boxeo como nuestra profesión, Graziano, LaMotta, Patterson y Wepner, ofrecieron razones socio-económicas. Y como yo nunca le he achacado mi pasada profesión a esas condiciones, tuve la oportunidad de elaborar en algo totalmente diferente.

"Yo me convertí en boxeador," dije con seriedad, "porque yo no quería ser lastimado en mi trabajo." Todos rieron a mi repuesta ilógica. "Hey," continué, "cualquier persona puede llegar a la cúspide siempre y cuando sea instigado por inteligencia, sensibilidad y carácter." Hubo silencio. "Si uno es pobre, huérfano o ha sido abusado," continué, "pero no tiene interés en el boxeo, su probabilidad de convertirse en campeón de ese deporte es nula. Pero si uno es todas esas cosas, y también inteligente y tiene antojo de boxear, entonces la oportunidad de triunfar en el cuadrilátero se hace más factible." Todos comenzaron a prestar atención a lo que yo decía.

"La verdad es," proseguí, "que yo tuve el honor de gozar de varias opciones cuando llegué a mi adolescencia. Mi padre tenía su propio negocio en Puerto Rico y era muy justo y generoso con sus siete hijos --cinco varones y dos mujeres. El siempre anheló ver a todos y cada uno de nosotros terminar los estudios universitarios. Todos llevamos a casa el diploma de escuela superior, pero solamente dos se graduaron de la universidad. Yo no fui uno de esos.

Seleccioné el boxeo cuando ingresé al ejército de los Estados Unidos a los 18 años de edad. Y fue así porque desde niño e inspirado por medio de las películas que nos mostraban de Joe Louis, "Sugar" Ray Robinson y Willie Pep, tuve gran interés por deportes de competencia uno-contra-uno. Desde entonces, mirando esas tres glorias norteamericanas desempeñarse tan artísticamente, yo quería ser igual a ellos, los cuales fueron responsables de mis constantes peleas a los puños en mi barrio Playa de Ponce.

Ahora, en la mesa del estudio de televisión en Nueva York, cada vez que teníamos la oportunidad, Floyd, Chuck y yo, masticábamos algo sólido, mientras Rocky y Jake levantaban constantemente el codo, cerveza en mano.
De momento, el locutor preguntó: ¿Estaban ustedes siempre en buena condición física cuando boxeaban, o se enamoraban de vez en cuando durante entrenamiento?" Todos nos sonreímos, mirándonos los unos a los otros un tanto confundidos, yo decidí contestar la pregunta.

"Si nos fijábamos en mujeres en el tiempo libre que teníamos mientras estábamos bajo entrenamiento," dije, "y teníamos la suerte de conseguir algo, entonces no había problema. Pero si nos escapábamos del entrenamiento para acosar mujeres tarde en la noche o por la madrugada, y como consecuencia omitíamos las corridas de la mañana, o nos sentíamos muy cansados para entrenar, entonces estábamos violando la regla más fundamental de entrenamiento... descanso apropiado."

"Yo no," interrumpió Floyd. "Yo nunca tuve relaciones durante mi entrenamiento."
"¿Por qué?" el anfitrión quiso saber.
"Porque mis rodillas se debilitaban demasiado," dijo Floyd, mirando al piso.
Yo le pregunté atolondrado: "¿El sexo debilita tus rodillas?" Hubo un silencio que fue interrumpido bruscamente por Graciano, quien se reía con ganas.
"¿Y cómo tú haces el amor?" casi le gritó a Floyd, "¿Corriendo?"
"Bueno," Floyd respondió seriamente, "yo no sé como el sexo te afecta a tí, pero a mí me debilita las rodillas y mi espíritu."Y eso lo digo por experiencia propia."

Desde luego, yo no quise contradecir a Floyd en ese momento, pero me sorprendió con esas declaraciones. Después de todo, los dos éramos discípulos de Cus D'Amato, quien tenía reglamentos para todos por igual. Y yo sé que Cus nos enseñaba que el sexo no perjudicaba al atleta, "siempre y cuando no interfiriera con su trabajo."

"Me imagino," Floyd continuó, "que el sexo afecta a diferentes atletas en diferentes formas."
"Bueno," yo recalqué, "la mayoría de los campeones y retadores que yo conozco se sienten más que cómodos teniendo sexo durante sus ejercicios para combates. Miré a Floyd y le pregunté: ¿Qué tú dirías sobre eso?"
"Como dije anteriormente," Floyd dijo pausadamente, "yo creo que esa situación afecta al boxeador en diferentes formas."
Graciano interrumpió. "Bueno, yo no podía controlarme cuando veía una fémina durante entrenamiento. Y siempre encontraba la forma de fugarme para estar con ella. Como gané mas peleas que las que perdí, me imagino que a mí me convenía el sexo."

El peso completo Chuck Wepner comentó: "Yo conozco boxeadores mediocres decir lo agotado que se sentían en el cuadrilátero después de salir con mujeres durante entrenamiento," dijo, "pero la gran mayoría tenía un récord horroroso. Me imagino que ellos usaban sus experiencias sexuales como excusas para justificar sus fracasos en el cuadrilátero. Aunque debo admitir," dijo, "que conozco a muchísimos ganadores que nunca vacilaron en tener sexo en cualquier momento que se le presentaba la ocasión."

Conocido por su gran habilidad para resistir castigo dentro del cuadrilátero, LaMotta se estaba sonriendo mientras movía su cabeza de lado a lado con cada palabra que nosotros decíamos. El también tenía la reputación de mezclarse con el sexo opuesto en su tiempo como pugilista de primera clase.

"Si tú entrenas fuerte y boxea con 'chancletas' tienes mejores posibilidades de triunfar no importa cuanto sexo hayas tenido durante entrenamiento," dijo. "Pero si trabajas duro y te fajas con individuos como "Azúcar" Ray Robinson, entonces puedes tener problemas, pero no por la cuestión sexual, sino por la sabiduría de la oposición. De hecho yo me enfrenté a "Azucar" tantas veces (cinco veces:) que no me explico porque no padezco de diabetes." De hecho, Robinson ganó cuatro de las cinco veces, todas por decisión. LaMotta venció a Robinson en el primer combate, también por decisión.

Floyd se rió a carcajadas. Luego habló. "Yo estaba consciente de la filosofía de D'Amato," dijo, mientras me miraba, "pero real o mental, yo sentía mis piernas cansadas o débiles cuando tenía sexo durante entrenamiento."

"Yo no soy psiquiatra," dije firmemente, "pero estoy casi seguro de que el pugilista tiene mas probabilidades de caer abatido por condiciones psicosomáticas con sexo, que por cualquier otra cosa, porque todos lo hacemos."
"¿Psico que?" Preguntó Graziano, fingiendo asombro.
"Tú sabes," le dije, "cuando la mente nos juega trucos, o cuando trata de protejernos con excusas 'justificables'."

Rocky se sonrió, sacudiendo la cabeza. "Tú me quieres decir," dijo, demostrando interés en el asunto, "¿qué un boxeador tiene problemas cuando la mente se le va en blanco?"

"Al contrario," dijo Patterson. "Uno se mete en serios problemas cuando la mente comienza a hacer preguntas sobre tú conducta en medio de una pelea." LaMotta y Chuck asintieron con la cabeza, mientras Patterson, sorpresivamente, sacó el pecho un tanto. "Por eso es que muchas veces, vemos a un boxeador luciendo bien en el ring," dijo, "conectando a su voluntad y de repente, después de un par de asaltos, pierde la confianza y asimismo el deseo de proseguir. Consequentemente, termina siendo vapuleado por un rival usualmente inferior."

"Sí," interrumpió LaMotta, "eso le sucede a muchos boxeadores que no se entrenan por un par de días por estar persiguiendo mujeres durante entrenamiento, o porque se la pasan teniendo sueños sexuales, o porque no pueden dormir por estar pensando en sexo."
"Eso es la función natural de una mente débil," yo me interpuse, "buscando escusas 'por si acaso.'"
"Entonces," Floyd continuó, "el combate comienza a virarse. El individuo que está obviamente al frente, comienza a suspender su ataque para reservar energía. Su oponente, mientras tanto, adquiere ánimo y por consiguiente valor y determinación."

El boxeador profesional que lucha por demostrar confianza en sí mismo, usualmente se convierte en blanco fácil de problemas emocionales y/o psicológicos. Por ejemplo, su primer encuentro contra un boxeador de experiencia que no es tan hábil pero dificil de conectar con certeza, puede forzarlo al difícil y doloroso estado mental de sentirse extenuado. El boxeador afectado comienza un diálogo imperceptible consigo mismo. "Le conecto con mis mejores golpes," se dice, "y nada! El desgraciado sigue pa' encima."

De repente su respiración aumenta desesperadamente y comienza a hacerse preguntas: ¿Por qué estoy tan cansado?¿Que me pasa? Llega el momento cuando el terror es tan imponente que uno se siente cerca de la muerte. "A lo mejor estoy así por haberle hecho el amor a mi esposa la semana pasada, o, por haberme fugado por un día con mi novia hacen dos semanas."

El hecho de que acostumbraba hacer lo mismo en todas las peleas que había triunfado nunca se le viene a la mente. La culpa va directamente a sus tretas sexuales.

"En el curso de un combate," dijo LaMotta, "durante los tres primeros asaltos, boxeadores experimentados tienen una idea de cómo va a terminar la pelea."
"Eso es cierto," confirmó Patterson, "pero eso es si uno se ha cuidado total y honradamente durante entrenamiento. Porque de ser así, entonces la confianza y determinación es segura, y ser derrotado se hace muy difícil."
'¿Y que quiere decir 'cuidarse total y honradamente,'" comenté, "no sexo'?"
Floyd me miró, se sonrió y me respondió: "Un filósofo una vez dijo que lo que es alimento para unos, puede ser veneno para otros."

Después del programa nos pidieron que hiciéramos unos anuncios de servicio público para la estación. ¡Todos aceptamos! Nos dieron una nota que decía: "Mi nombre es fulano de tal. Son las 10:00 de la noche. ¿Sabe usted donde están sus hijos?"

Yo terminé después de tres intentos. Floyd lo hizo en cuatro, y lo mismo con Wepner. LaMotta lo logró después de once veces. Y Graciano --quien había consumido más cervezas que nadie en todo el vecindario-- trató veintisiete veces, y todavía tenía dificultad en pronunciar su sobre-nombre "Rocky."

"Vámonos," dijo Floyd, "yo creo que Rocky ha tenido tanto sexo en estos días que le va a tardar un día completo en pronunciar su apodo."