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Y volvió a sonreír

BUENOS AIRES -- Volvió. Y lo hizo recuperando la memoria como pocas veces se lo vio. Con un alto nivel, con renovada confianza y con esa dosis de mentalidad positiva clave para dar un gran golpe. Es que el chileno Fernando González, el Nº 7 del mundo del tenis, ganó en Beijing su primer título del año, se puso 6º y así cortó una sequía de casi dos temporadas sin levantar una copa, desde que festejó el 30 de octubre del 2005 en Basilea.

A los 27 años, Mano de Piedra o el Bombardero de la Reina, como se lo conoce al duro pegador, único latinoamericano top-ten, se sacó las ganas de celebrar. Es que en enero pareció tocar el cielo con las manos, ya que llegó hasta la final del Abierto de Australia y trepó al 5º puesto del ránking de la ATP, y luego sólo se destacó al ser finalista en Roma, sumando muchas más derrotas que triunfos en los últimos meses.

Así, los varones de Sudamérica tienen ahora una marca de 7-7 en cuanto a títulos y caídas en finales oficiales en esta temporada. Seis certámenes quedaron en poder de argentinos, todos ellos en arcilla y siendo Juan Mónaco el más exitoso, con tres coronas, por lo que esta alegría de González es aún más valiosa. Es que fue el primero del año para un vecino de la región y el primero afuera de las canchas lentas.

Claro que no sorprende que Feña gane un campeonato importante como el Abierto de China, sobre cemento y con la presencia de figuras de peso. La cuestión era que arrastraba demasiadas pálidas y pocos confiaban en que se destapara de semejante manera. Es que venía de padecer cinco derrotas consecutivas en superficies rápidas, las cuatro últimas en duras y en primera rueda, más la primera en la tercera ronda del césped de Wimbledon.

CAMBIÓ SU IMAGEN
De a poco, en su andar por Beijing, González empezó a brindar una imagen distinta, pese a que sufría bastante para hilvanar cada victoria. De hecho, cuatro de los cinco triunfos que lo condujeron al título los consiguió en tres sets y en dos perdió el primero en juego. Sin dudas, por los antecedentes del rival en canchas rápidas, fue el croata Ivan Ljubicic el más duro oponente, en las semifinales.

Inclusive, arrancó ese durísimo choque con un 2-6 -fue el set que perdió más fácil en toda la semana- y siguió haciéndose fuerte con agresividad desde el fondo, apoyado en su saque y su potentísima derecha, hasta que en ese partido se terminó de convencer en sus posibilidades. Y en la definición, pese a ceder el segundo parcial, dominó con amplitud al español Tommy Robredo, quien progresó lejos de la arcilla, pero es menos que el chileno en cemento.

Así, en una temporada muy irregular, con siete caídas en debuts sobre 16 torneos jugados, González volvió a sonreír con muchísimas ganas. Ahora logró su octavo título en singles en el circuito mayor de la ATP, en el que también cuenta con 10 derrotas en definiciones, siendo este su tercer certamen ganado en superficies veloces, sumados a los de Auckland y Basilea del 2005.

Este éxito, sin dudas, le permite mirar distinto el futuro inmediato. Es que si bien había hecho muchísimo ruido al ser finalista en los Abiertos de Australia e Italia, donde perdió con los mejores, el suizo Roger Federer y el español Rafael Nadal, respectivamente, esta alegría en China le cambió la perspectiva. Es que necesitaba acumular varios triunfos al hilo y, como corolario, obtener un torneo en el que eliminó a nombres de sumo respeto.

El mejor jugador latinoamericano había aterrizado en suelo asiático como segundo favorito y pudo hacer pesar ese status paso a paso. Es innegable que si hubiera llegado con otro envión anímico podría haber ganado más cómodo algunos compromisos, pero también vale rescatar que lo hizo después de una etapa muy dura para él. Es que los ojos de millones de fanáticos estaban puestos en su figura, en especial tras la hazaña en Melbourne.

No por casualidad, el propio Feña aseguró haber jugado "el mejor tenis en muchos meses". Es que antes de dar su impactante aviso en Australia, hace 11 meses había completado su mejor racha de tres semanas seguidas alcanzando finales, al trepar a esa instancia en las canchas rápidas de Viena, Madrid y Basilea. En todas perdió los tres sets que disputó, primero ante Ljubicic y en las dos últimas nada menos que contra Federer.

Por eso, se sabe que la jerarquía de González es altísima, con esos pergaminos que lo hacen ser muy respetado por sus colegas. Igualmente, la débil imagen de los últimos tiempos y sus permanentes frustraciones lo habían hecho dudar mucho en sí mismo y los adversarios crecían cuando lo tenían enfrente. Seguramente este título en China le recobrará la fe en su tremendo potencial y ya los demás volverán a mirarlo de otra manera.

ESTÁ OTRA VEZ EN CARRERA
En otro aspecto fundamental influirá su octava corona como profesional, ya que si bien había estado segundo en la Carrera de Campeones, el listado de los puntos obtenidos en el año y que clasifica a los ocho mejores para la Copa Masters, había descendido demasiado con tantas derrotas a cuestas. Inclusive, jugó este certamen siendo el 11º mejor de la temporada. Y ahora subió cuatro posiciones, para quedar en el séptimo lugar.

Aún quedan seis semanas, exactamente un mes y medio, de competencia, por lo que cualquier cosa puede pasar, pero indudablemente González deberá aprovechar esta inyección moral para creérsela en el buen sentido y arremeter contra los principales "enemigos". Ellos son el español David Ferrer (6º), el estadounidense Andy Roddick (5º) y el ruso Nikolay Davydenko (4º).

Por ahora, los únicos que se aseguraron su pasaje para Shangai son Federer, Nadal y el serbio Novak Djokovic, los indiscutidos tres grandes protagonistas del 2007. Igualmente, el chileno no sólo deberá seguir atento a lo que hagan Ferrer, Roddick y Davydenko, sino que tratará de seguir cosechando triunfos para no ser superado por los cuatro jugadores a los que superó gracias a esta coronación en Beijing.

González ahora se sobrepuso en la lucha al estadounidense James Blake, al alemán Tommy Haas, al español Carlos Moyá y a Ljubicic. Pero está claro que no podrá descuidarse. Hoy ocuparía una de las cinco plazas vacantes, aunque mantener el nivel y sobre todo la regularidad que mostró en este torneo le serán vitales para mantenerse en la lucha.

La clave en el esquema que propone González es no descontrolarse, no desesperarse buscando pegar y pegar. Es consciente que su drive es quizás el más fuerte del planeta, pero debe dosificarlo con un revés variado y mucha tranquilidad. Esa fórmula le permitió dar su gran salto de calidad cuando se metió en aquellas citadas definiciones en Viena, Madrid y Basilea. Y ni qué hablar luego del bombazo que dio en Australia.

Gracias al aporte de su experimentado entrenador estadounidense Larry Stefanki, el chileno sabe que los extremos no son lo mejor: ni querer pegar siempre con toda la potencia ni caer en una actitud pasiva, como le ocurrió en varios de los últimos meses. El equilibrio debe ser su gran aliado. No le hará bien salirse de su libreto de tomar la iniciativa, pero es clave tener paciencia y saber esperar el momento justo. Y cuidado, porque ya avisó que está de vuelta en la pelea grande.