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Vivir al borde del abismo

BUENOS AIRES -- Cuando llegué a Niza, en 1989, firmé para dirigirlo por tres años. Pero la Federación Francesa rechazó mi contrato porque el club tenía deudas y al presidente no le quedó otra que subir al técnico de la tercera. Un sábado, Niza había perdido contra el anteúltimo, de local, por la 16ª fecha. Y al día siguiente, mientras almorzaba con mi familia, sonó el teléfono. Antes de atender, les dije a mi esposa y a mis hijos: "Es el presidente". Después de saludarlo, me dijo en lunfardo: "¿Usted tiene los huevos de agarrar el equipo?" Yo le contesté: "Mañana estoy viajando para allá". Era Semana Santa.

Faltaban 22 partidos. Empatar de local era un triunfo y hacerlo de visitante era prácticamente llegar al paraíso. Sufrí fecha a fecha hasta que llegamos a un desempate. El día anterior al encuentro de vuelta, les dije a todos: "Estoy muy tranquilo, muy confiado, mañana Niza se va a quedar en Primera. Pero después del partido me voy. No hago honor a mi contrato". El presidente no me dijo nada, pero me miró como una cara diciendo: "Me estás dejando solo en el medio del océano". Al otro día ganamos 6-0, logramos mantener la categoría, agarré mi coche y me volví a Paris. Viví durante 24 partidos la agonía del que está por caerse al precipicio.

CONVIVIR CON LA PRESIÓN

Al fin y al cabo, nos damos cuenta que el fútbol es igual, tanto ayer como hoy, acá o en el mundo. Todo se basa en los resultados. Resultados que se pueden cuestionar o no, según los medios con los que cuenta cada uno. Al técnico de un equipo con un presupuesto de 400 millones de euros es lógico que se le exija resultados.

En el fútbol queremos tener resultados inmediatos. En el rol de entrenador, hago esto y esto para tratar de conseguir algo. No estoy seguro de poder lograrlo. Todas las hipótesis son posibles. Cuando se busca un técnico, es para depositarle la confianza por un tiempo prolongado. No se lo puede empezar a cuestionar ante el primer traspié. Estamos demasiado acelerados en algunas cuestiones. Como también vamos rápido en otros problemas más graves que un equipo de fútbol.

En Argentina se viene el clásico Independiente-Racing y escucho decir que "el que pierde, paga". Pero hay que ver si a los técnicos les dieron los medios. Vale aclarar que no vienen de tener temporadas justamente pletóricas y que un equipo no se forma de la noche a la mañana. Tenemos que ser coherentes y tener paciencia. No es fácil, ya lo sé, de hecho somos muy ansiosos en la vida cotidiana. Queremos todo ya, hoy, ahora.

Todos los factores citados provocan estos momentos en la profesión del técnico. El que no sabe mantener la serenidad, termina no pensando. Pensás más en que tenés que ganar para no irte, que pensar en mejorar a tu equipo.

En Argentina el hincha siempre exigió resultados. Cuando iba a ver a Vélez, en los inicios de los '60, protestaban en la puerta de la sede después del partido. ¡Lo que insultaban a Amalfitani! El hincha exigía protagonismo, quería tener un equipo para decir "estamos entre los mejores". Eso sí, en esa época eran siempre insultos. Hoy son más agresivos. Es la agresividad de la sociedad. Hoy uno sale y no sabe si vuelve. Una inseguridad que da miedo. ¿Por qué razón el fútbol va a ser diferente?

Entran en juego las amenazas, los cuestionamientos verbales y físicos y el dirigente es un ser humano que cede ante la presión. Les cuesta mucho mantener un compromiso firmado.

Desde siempre el fusible es el técnico. Un ejemplo claro es el de Scolari, una persona de comprobados méritos. Estaba descubriendo el fútbol ingles. No por más buen material que tenga le va a encontrar la vuelta enseguida. Y Chelsea lo echó a los seis meses.

Volviendo al fútbol argentino, el vértigo se nota sobre todo con estos campeonatos cortos, en los que a veces se cree que en la 6ª o 7ª fecha ya no tienen chances. Pero en los torneos largos, puede haber algunos que piensen que a mitad de camino ya no tienen más objetivos. Entonces dicen: "Voy a tratar de conseguir a otro para que vaya preparando la temporada que viene. Para que se vaya adaptando y conociendo el plantel".

RELACIÓN JUGADORES-DT
Se dice que en Independiente no quieren a Santoro y que en Racing no quieren a Llop. Los supuestos, el me lo dijo un allegado, o alguien cercano al plantel, no me interesan. No me guío por lo que pueden decir. Yo nunca hice fuerza para que se vaya un técnico. Al contrario, a uno con el que no tenía una gran relación le fui a pedir que no se vaya.

Yo no creo que los futbolistas "le hagan la cama" al DT. No lo creo, por no haberlo vivido.
Como técnico me han dicho que en la Roma y en el Atlético de Madrid me pateaban en contra. Pero no lo puedo confirmar. Yo pedía y los muchachos daban lo que podían. Fui jugador de fútbol: si pateaba afuera no lo hacia a propósito, le erraba al arco. Recuerdo siempre un día en el que erré 7 goles, contra Chacarita en 1969, cuando ganamos 3-1 en cancha de Vélez. El Diario Crónica puso en la página central los 7 goles que me perdí, incluido el que sacó Frasoldatti con la mano por arriba del travesaño y el árbitro no cobró penal. Al otro domingo hice dos goles, busqué la revancha enseguida. Por eso repito: el jugador de fútbol entra a la cancha para ganar. De todos estos supuestos, yo no creo ninguno.

Ante una situación de crisis, se apela al cambio de entrenador. Eso que todo técnico que debuta gana suele suceder, pero no siempre. Gana, pero después nadie le asegura que va a tener buenos resultados. En mi época de futbolista, lo que más sentía cada vez que venía un DT nuevo era un dolor en las piernas. Porque cambia el trabajo físico, cambia el PF y cambian los ejercicios. La renovación del técnico puede dar un toque de táctica, ánimo, confianza, optimismo, pero eso no asegura nada. Los jugadores siguen siendo los mismos.

EL PARTIDO QUE SE VIENE
Independiente-Racing debería estar en el Guiness. Es el único clásico del mundo, en el que un club está enfrente de otro. Seguro que vamos a ver un partido con mucho nerviosismo, mucha ansiedad. Cada plantel se va a llenar de una carga de emotividad, de responsabilidad. Con esos sentimientos se puede sacar mucho provecho, según cómo les permitan jugar o no les permitan jugar.

En el ambiente habrá una sensación de "no me puedo equivocar". A veces paraliza el miedo a perder, pero no sólo al jugador de fútbol, sino también al que tiene que dar un examen en la escuela. Hay nervios, cuesta dormir a la noche, duele el estómago. Todas esas situaciones forman parte de la responsabilidad.

En un partido de esta naturaleza estoy convencido de que los dos van a salir a ganar. Los dos vienen de derrotas categóricas, se deben una respuesta. Y ellos mismos son los únicos que se la pueden dar.

Saben que tienen que ganar. Si el adversario era el Real Madrid, había que ganarle. Si era el Milan, igual. Ninguno de los dos hubiera deseado que esta casualidad se diera en la tercera fecha. Pero no les queda otra que afrontarla.

Seguramente aparecerán los murmullos, las críticas. Pero ojo, a los técnicos ganadores también se los cuestiona. Hay que darle la importancia que se merece. Uno sabe si ese cuestionamiento es merecido, respetado, objetivo o imparcial.

En el fondo nosotros creemos que tenemos la solución. Pero uno sabe muy bien que a la larga en el fútbol se termina perdiendo. Ganar siempre no se puede. No hay nadie en el mundo que lo haya hecho.

Volviendo al principio, en una de las pocas veces que paseé por el Boulevard de los Ingleses de Niza, esa famosa costa azul, un periodista me dijo: "¡Qué vista tiene usted del Mediterráneo desde su departamento!". Lo miré y le dije: "¿Sabés una cosa? Cuando vos vas último, el color del Mediterráneo es marrón".

Yo la viví. Hay que hacer abstracción a todo en busca del objetivo. Vivimos al borde del abismo permanentemente. Afortunadamente para mí, aquella historia terminó bien.

Felicidades.