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El show le ganó al tenis

BUENOS AIRES -- Show, diversión y también un poco de tenis, claro. Eso, al fin de cuentas, es lo que muestra y se refleja siempre en una exhibición. Y así hay que entenderlo, porque de eso se trata, justamente, de un choque amistoso, de brindarle un buen espectáculo a la gente. La gran mayoría lo vivió así, pero hubo quienes se quedaron con una sensación agridulce, saliendo con quejas del estadio de La Rural, en Buenos Aires, tras el partido entre Rafael Nadal y Novak Djokovic. Igual, fueron los menos los que se volvieron a casa con sabor a poco, con cierta deuda a cuestas.

El punto de la discordia, para algunos, fue que el español y el serbio son hoy el Nº 1 y el 2º del mundo, respectivamente, y que pudieron mostrar un nivel superior. Enseguida surge cierta crítica sobre por qué no juegan mejor, sobre todo teniendo en cuenta los contratos que firman para disputar este tipo de partidos. Sin brindarse cifras exactas, se supo que Nadal habría recibido unos 2.000.000 de dólares por cada encuentro de esta gira por Sudamérica y que Djokovic embolsó aproximadamente 1.800.000. Y otro ítem de polémica fue la mala visión desde ciertos sectores del estadio construido especialmente, ya que no se veía la cancha completa, lo que resultó muy incómodo para numerosos espectadores que pagaron costosos tickets y se merecían algo mejor.

Al poner esos números sobre la mesa de la discusión, más de uno argumenta que pueden y deben demostrar más de lo que tanto saben, como lo hacen durante todo el año en el circuito profesional de la ATP y en la Copa Davis. Y es cierto: poder, pueden. Eso es innegable. El punto es si es que deben, ya que las pautas preestablecidas marcan que se trata de un duelo "amigable", donde las reglas tácitas pasan por ahí, por brindar un rato de diversión, aflojar las tensiones y además entregar algunas de las cosas que tanto saben hacer con raqueta en mano. Vale la pena haberlos tenido cara a cara, con muy buena predisposición, ya que hubo figuras, en distintas épocas, que ni siquiera quisieron enfrentarse en un partido así.

En Santiago de Chile, en el marco del adiós del local Nicolás Massú, ganó Djokovic y, como suele ocurrir en estos casos, se presumía que la "revancha" en Buenos Aires iba a quedar en poder de Nadal. Y así fue: se impuso el español. Por su manera de ser, por su personalidad, el español disfrutó del encuentro como lo hizo al despedir al anfitrión David Nalbandian -triunfó el cordobés en su provincia y el español en Buenos Aires- y, si bien se "prendió" en el show que generó "Nole", no fue el actor principal. Lo mismo ocurrió un año antes, con muchos espectadores que fueron a verlo por primera vez a Roger Federer, a Tigre, en dos cruces con el dueño de casa Juan Martín del Potro.

Es que Rafa y Roger son más serios, con muy buen onda, pero distintos al serbio, un típico showman. Tampoco se trata de juzgar con dureza a nadie, porque el español y el suizo juegan las exhibiciones a su manera, más pendientes por el juego y cortando por momentos con jugadas vistosas y sumándose al espectáculo, pero no siendo ellos los grandes protagonistas por lo "extratenístico". En realidad, eso ocurre con la mayoría. En cambio, Djokovic es diferente y así vive esta clase de partidos. De hecho, aún cuando fue el líder del ranking y ahora, por ejemplo, que es el "Maestro" tras su victoria en Londres, se puso la "pilcha" de actor protagónico. Y mucha gente se lo agradeció.

Aún con precios de entradas muy altos, hubo quienes prefirieron achicar gastos por otro lado y poder destinar una buena suma para hacer su sueño realidad y verlos en persona, a unos pocos metros. Sabido es que, de lo contrario, hay que disponer de otros números para disfrutarlos en un Grand Slam o un Masters 1000, viajando muy lejos. Y por ahí pasó la crítica de quienes, sabiendo del esfuerzo realizado, creyeron ir a presenciar un tenis de altísimo vuelo, cuando es sabido que este tipo de espectáculos son precisamente eso, un gran espectáculo. Y se trató de la segunda vez que, juntos, pisaron suelo argentino los dos mejores jugadores del momento, repitiendo Nadal y Djokovic la presencia del estadounidense Jimmy Connors y el sueco Björn Borg frente a frente en el marco de un cuadrangular en Obras, en 1978.

En Argentina, los "mayorcitos" recuerdan el show brindado por figuras como el rumano Ilie Nastase y el francés Yannick Noah. A cuál mejor de los dos, con malabares de todo tipo con la raqueta, saltando la red y gozando a pleno, como el mismo público. Y ni qué hablar del iraní Mansour Bahrami, otro que deleitó a tanta gente con su gracia y su calidad. Esta vez, aún cuando la mayor cantidad de flashes se los llevó Nadal por su status y sus pergaminos, mucho público se volcó hacia Djokovic, que imitó al español, ya sea por su protocolo previo a cada saque, como por la forma de pegar algunos tiros y hasta de festejar puntos. Hay quienes podrán decir que supo entender mejor el juego de lo que significa una exhibición, pero también él es así. De hecho, bailó al ritmo de la música que sonó en el estadio, se llevó una botella de champagne de promoción a su silla e interactuó más con los espectadores. Bienvenido sea.