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¿Y dónde está el piloto?

MONTEVIDEO (Enviado especial de ESPNdeportes.com) -- Vuelos charters y conexiones. Husos horarios y jet-lag. Línea del día y reloj biológico. Pluna y Qantas. Aunque usted no lo crea, estamos hablando de fútbol.

Claro está que los partidos que disputarán Uruguay y Australia parecen armados a medida del viajero frecuente. En poco más de una semana, la enorme mayoría de los jugadores de ambos equipos habrá viajado de Europa a Sudamérica, luego a Oceanía, para regresar otra vez al Viejo Continente.

Y lo que está en juego es mucho más que millas de premio, aunque pensándolo bien, no deja ser ser un pasaje, el más importante al que un futbolista puede aspirar: un boleto para viajar a Alemania a jugar el Mundial 2006.

Lo curioso es que, por la manera en que se han movido ambas federaciones, pareciera que ese lugar no se definirá sobre el campo de juego, sino por encima de él. Muy por encima: al menos a los 10 mil metros de altura a los que vuela un avión capaz de cruzar océanos.

La saga de los aviones no es nueva: se podría decir que comenzó en el 2001, cuando a su llegada al aeropuerto internacional de Carrasco, en Montevideo, los jugadores australianos tuvieron que cumplir con un trámite migratorio poco grato: fueron insultados y escupidos por un pequeño grupo de aficionados uruguayos.

Cuánto influyó ese incidente en el resultado final de la serie (Uruguay ganó 3-0 en casa para dar vuelta el 1-0 de la ida en Sydney), solamente los miembros de la selección australiana de aquel momento lo saben. Pero de alguna manera, ayudó a que, una vez sabido que ambos volverían a enfrentarse, las relaciones entre partes fueran mucho más turbulentas de lo habitual.

Previendo un largo viaje hasta Sydney para el partido de vuelta, la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) intentó adelantar un día el partido de ida. La respuesta de la Federación de Fútbol de Australia (FFA) fue contundente: NO.

Lo que no fue tan contundente fue la explicación: el argumento de que ya habían preparado todo el itinerario, incluyendo la estadía previa en Buenos Aires (para evitar incidentes como el del 2001, ¿hace falta aclararlo?) sonó poco convincente. Pareció más bien un ardid del técnico holandés Guus Hiddink, viejo comandante con muchas horas de vuelo, pensando en que así su equipo llegaría mejor recuperado que el australiano al partido de vuelta.

Pero Uruguay también cambió su plan de vuelo... y el de los Socceroos. Aceptó jugar el sábado 12 de noviembre, la fecha original, pero movió el horario de inicio de la tarde a las 9 de la noche.

A esa misma hora, despegaría de Montevideo el vuelo comercial de LAN Chile que llevaría a los australianos de regreso a casa, vía Santiago, convirtiéndolos en pasajeros en tránsito por casi un día. Demasiado tiempo perdido para un equipo de élite, que necesita adaptarse al desarreglo biológico que significa atravesar tantos husos horarios; hay 13 horas de diferencia entre Montevideo y Sydney, además de que se cruza la línea del día.

Para esto, Uruguay decía haberse asegurado un vuelo charter que los depositaría del otro lado del mundo con más tiempo de recuperación y sin engorrosos check-ins.

Pero a la AUF se le cayeron las reservas, no pudo asegurarse su charter, y del otro lado, Qantas, la aerolínea australiana y además sponsor de la selección de su país, puso a disposición de sus jugadores un vuelo privado que haría exactamente lo mismo que originalmente planeaban hacer los uruguayos.

Corrijo: ni siquiera lo mismo, sino mucho mejor. El 767 de Qantas les ofrecerá a los australianos un servicio digno de Primera Clase en lo que a deportistas se refiere. Como cuenta Paul Kent del Herald Sun de Melbourne, contará con camillas para masajes y para descanso, un cargamento de más de 70 kilos de hielo para atender golpes y lesiones, y comidas ricas en carbohidratos para ayudar a la rápida recuperación de los futbolistas.

Uruguay, de cualquier manera, no estaba dispuesto a sufrir el "Síndrome de la clase Turista": volvió a mover el horario de inicio, otra vez a las 4 de la tarde. En el regateo que siguió, Australia pidió jugar a las 7, y la FIFA "salomónicamente" decidió que el partido comience a las 6 de la tarde.

Así, cuando cerca de las 8 de la noche termine el partido, Uruguay podrá partir raudo del Centenario hacia Carrasco, para volar a Santiago en un charter de Pluna, la aerolínea uruguaya. Toma poco más de dos horas cubrir esa distancia, lo que los depositaría en suelo chileno a tiempo de atrapar el vuelo de LAN hacia Sydney, vía Auckland, que parte a las 23:10 hora de Chile, ya las 0:10 en Uruguay.

La llegada a Australia está prevista para el lunes 14 de noviembre a las 07:20 de la mañana hora de Sydney, es decir las 18:20 de Uruguay del domingo 13. Esto es, unos dos días y medio antes de que comience el partido de vuelta.

Pero ajústense sus cinturones, que aún hay más acerca de aviones y aeropuertos: Australia llegará el viernes al mediodía a Montevideo, en vuelo de Aerolíneas Argentinas. Y por las dudas, habrá un impresionante operativo de seguridad, para sacar a los jugadores directamente de la pista y llevarlos a su hotel. Y también para custodiarlos mientras dure su estancia en Uruguay.

Por último, otro vuelo cancelado: el que Uruguay pensaba usar para enviar a los jugadores que no pueden jugar el partido de ida por estar suspendido. Diego Lugano, Gustavo Varela y Omar Pouso debían llegar a Sydney el mismo sábado, pero a último momento su técnico Jorge Fossati decidió que todo el plantel viajará en el mismo vuelo el sábado por la noche.

Por eso, no se sorprendan si el miércoles, cuando el repechaje ya tenga a su ganador, los periodistas y las cámaras de televisión consagran como el hombre más destacado
de la serie a alguien vestido con gorra, pantalón oscuro, camisa blanca y jinetas.

Al menos el piloto del charter australiano, Mark Hempenstall, ya presentó su postulación diciendo: "Este es un partido importantísimo, y es fantástico poder jugar un rol en él".

Eso sí, no le pidan que cabecee. Al menos, con la gorra puesta.