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Cadena y Ortiz, la redención de Los Interinos

LOS ÁNGELES — Los Interinos. Así, con mayúsculas. Para asombro general, han pasado de ser una pieza hechiza de refacción, un parche mal puesto, un curita para una hemorragia de histeria, un barco de papel en medio de un tsunami, han pasado de ser eso, a inesperados mesías. Los Interinos, así, con mayúsculas.

Bomberos. Rescatistas. Héroes accidentales. Salvavidas en los naufragios de los Titanics de Coapa y Verde Valle. Fernando Ortiz y Ricardo Cadena, emergieron de las sombras. El primero suma seis victorias al hilo, y el segundo tres.

Recibieron, en un acto de desesperación, más que de fe, a dos equipos embalsamados de fracaso, burlas y resignación. Hoy, ambos, América y Chivas, si esas carambolas extrañas del futbol los bendicen, aspiran incluso a la zona VIP de la Liguilla de manera directa. “Los muertos que vos matasteis, gozan de cabal salud”, podrían citar ambos a Zorrilla y su Don Juan.

Recibieron despojos. Ambos, Ortiz y Cadena. Se trataba de sobrevivir, de salir de la zona lúgubre y bochornosa del fondo de la tabla. Nadie les pidió milagros, acaso, solamente, ayudar a los equipos a bien morir, con dignidad. Que nadie escupiera sobre sus tumbas.

Sin embargo, los dos clubes más populares de México, dejaron el rosario, los cirios y los responsos, por armas afiladas para la batalla. Tragaban aire como pez con asma, y hoy inflan los pulmones para la arenga de una proeza.

Nadie, absolutamente nadie, puede adjudicarse la paternidad de lo inesperado. Ni Santiago Baños ni Ricardo Peláez pueden salir a una tribuna y decir que todo estaba fríamente calculado. O que “no contaban con mi astucia”.

Ellos, ambos, Peláez y Baños, menos que nadie, porque mientras ungían y urgían a Los Interinos (así, con mayúsculas) con resignación, marcaban números de teléfonos con más histeria y desesperación que una operadora de telemarketing, en busca de un sustituto, pero uno de a de veras, uno con cartel, agujerado o no, pero con cartel.

Nadie puede sentirse padrino de Los Interinos. Porque les entregaron la cruz, la cachucha y el silbato, con fecha de caducidad inmediata. Nadie, pues, que se presente como padre de estas ‘creaturas’ y de estas criaturas. Nadie, nunca nadie.

Ciertamente, fueron desafíos diferentes. Sin embargo, igual de colosales. Eran equipos más cerca de los Santos Óleos que de las hazañas. Los himnos festivos de ambos equipos habían sido silenciados por la marcha fúnebre de Chopin.

1.- América había tenido dos torneos dominantes en 2021. Se erguía aún en Coapa, la sombra del Indiecito. Santiago Solari era el gran reto para el Tano Ortiz. Había mucho que revertir: un estilo ratonero, una afición que había sido ahuyentada, y que el mítico #ÓdiameMás, había pasado de ser lisonjero, a limosnero.

2.- Con Ricardo Cadena, era diferente. Heredaba el caos. El Flautista de Hamelín había engatusado a la Nación Chiva, y a las dos supuestas cabezas pensantes: Peláez y Amaury Vergara. Un discurso plagiado de los anales de la verborrea futbolera, eran el catecismo de un sacristán apócrifo como Marcelo Michel Leaño. ¿El gran reto de Cadena? Acabar con la confusión, e imponer mesura.

Los Interinos, Ortiz y Cadena, sólo tienen un pasado en común: fueron jugadores de medio pelo, defensores burdos, futbolistas de pie e ideas limitadas. Por supuesto que no se puede considerar un agravante o descalificarlos por ello. No serán ni los primeros ni los últimos que maltrataron la pelota, pero dignificaron el pizarrón. Hay más picapiedras levantando trofeos como entrenadores, que divos de la pelota.

¿Cuál es el secreto de Los Interinos, de estos interinos? Parecería, desde fuera, una labor titánica. Un acto de magia con doctorado en el Colegio Hogwarts, y Harry Potter de tutor. O tal vez, algo tan simple, como poner orden, en medio del caos. Porque el jugador, nunca deja de ser jugador, aun cuando ascienda al patíbulo de los directores técnicos. Mientras más jugador se es, mejor entrenador se puede ser.

Fernando Ortiz tuvo la fortuna de recuperar a jugadores que con Solari rengueaban, moral y futbolísticamente. Rompió la segmentación y segregación impuesta por El Indiecito. La barcaza de Coapa no necesitaba de almirantes, sino de todos los marineros. Solari agobiaba cabecitas atormentadas, y El Tano les ha impuesto responsabilidades.

Lo primero fue ajustar el embudo. Con Ortiz, el equipo recuperó la marca, el orden, la presión todo terreno, y sus defensas dejaron de aparecer como payasos de comedia ajena y tragedia propia. Fraccionó de manera eficiente las zonas de recorrido. El futbolista se agota menos y genera más. Y los convenció de que juegan para el equipo más ganador de México.

Ricardo Cadena debió meterse a la ratonera. Encontró a roedores desconfiados, temerosos, desesperados. Necesitaban un guía, y no palabras huecas, tan huecas como las galletitas chinas, de donde Leaño sacaba sus mensajes. El Interino escapó con sus futbolistas del mundo alucinógeno de Marcelo Michel en el País de las Maravillas. La Oruga Azul y su narguile, quedaban atrás.

Cadena recibió ayuda externa, oportuna, indeseable e indeseada, pero detonante. La aparición de la porra de Chivas, irrumpiendo deleznablemente en el hotel de concentración en la Ciudad de México, terminó llevando el mensaje urgente que necesitaba. Retomó la línea de cinco, bajo el lema tan mexicano de “no somos machos, pero somos muchos”, al que debes apelar cuando no tienes grandes defensas, eliges, muchos defensas.

Y regresó a los jugadores a donde debían, querían y podían jugar. Christian Calderón volvió a ser el Chicote. Jesús Angulo volvió a ser el Canelo. Roberto Alvarado dejó de ser un piojoso refuerzo. Fernando Beltrán ratificó su calidad, provocándole cólicos al Ex Rey Midas, quien lo segregó. Y Alexis Vega, bien vale, por fin, un brindis de vodka adulterado con tamarindo.

Ciertamente, la tarea de Los Interinos, no ha concluido. América y Ortiz aún pueden ornamentar su resurrección ante Cruz Azul, venido a menos, gracias a que desde la llegada de Jaime Ordiales, el equipo duerme con el enemigo.

Por su parte, Cadena, tiene enfrente a un contemporáneo: Jaime Lozano, quien con tres victorias al hilo (San Luis, Tigres y Puebla), podría, en el caso de demenciales combinaciones de resultados, atreverse también hasta a ese cuarto puesto, aún en manos de un testaferro.

Por lo pronto, Los Interinos (así, con mayúsculas), se convierten en una nueva especie en el futbol mexicano. Pero, como todos los entrenadores, su vida será tan prolongada o efímera, como los resultados mismos, y como los miedos de sus directivos, a perder su propia chamba.