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Lo que le hizo América a Chivas debería tipificarse como delito

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Igor Lichnovsky se marchó satisfecho por el debut victorioso con América en un Clásicco (1:24)

El exjugador de Tigres aprovechò para agradecer al conjunto de Coapa y habló sobre su futuro en las Águilas. (1:24)

¿Cómo cambiar la historia, Chivas, cuando traicionas tu propia historia? Sí, cuando llegas desnudo, desarmado, rendido, abnegado, resignado a la que una vez era la batalla colosal de un Clásico Nacional.


LOS ÁNGELES -- ¿Cómo cambiar la historia cuando traicionas tu propia historia? Sí, lo de América fue casi sublime, pero, también, porque lo de Chivas fue innegablemente patético.

A la afligida #LegiónDeGonzalitos, a los #ChivaHermanos, más que el 4-0, debe supurarles la miseria emocional, mental, espiritual, futbolística y profesional de sus jugadores. No, no les llamen mercenarios, porque hasta estos tipos, los mercenarios, eligen la muerte antes que el fracaso y el indecoro.

¿Qué esperar de un equipo donde desfilaron, este sábado en el Estadio Azteca, ocho asalariados, ajenos, rejegos, distantes, con fobia incluso en sus orígenes, a lo que significa Chivas? Jugadores todos de altísimos sueldos y bajísimo rendimiento.

Irónico, porque en el América sólo arrancó un canterano, Ramón Juárez, pero el resto, incluyendo extranjeros, entienden mejor el compromiso de humillar al Guadalajara, y la relevancia de un Clásico Nacional, que en el propio redil rojiblanco.

¿Será que hay plumajes que enardecen y será que hay pieles, o pellejos, que acobardan, que amedrentan a quien los usa?

Jorge Vergara, que Dios lo haya privado de ver la inmolación que ocurrió el sábado por la noche, habría explotado nuevamente: “¡Niños caguengues!”. Y tal vez, sólo tal vez, alguien en el cuartel central de OmniLife, habría respondido con un “mande usted”.

El discurso pomadoso de Veljko Paunovic, ese, el de sus cintas negras y rojas, el de los corazones guerreros, terminó en charlatanería de ropavejero. Hoy, es un general sin ejército, sin bridón y sin mando. General de entrenamientos, recluta de partidos con una banda de desertores.

La verborrea del ya extinto Chiri-Paunovic ha caducado. Cuando en un Clásico Nacional te vas al descanso con un 2-0, y no consigues que el equipo se rebele, se subleve, se lama las heridas y se nutra de su propia sangre, entonces, como líder, como técnico, como caudillo, podrás vociferar y serás oído, pero no escuchado; serás atendido, pero no obedecido.

Y América tuvo más hambre. De venganza. La furia de la memoria. La eliminación en Semifinales. En Coapa viven, aunque se desangren; en Verde Valle se anestesian de conformismo.

Diego Valdés se despacha con dos golazos, mientras Brian Rodríguez y Alejandro Zendejas cerraban la cuenta, burlándose de una caótica defensa rojiblanca, en la que el Pollo Briseño ratifica que su pasión es más la de ser cadenero de antro, de antropófago chimuelo más que de futbolista.

E insisto… ¿y el “Vocho” Guzmán? El paladín de las que serían gestas heroicas en Chivas. Desapareció ante el América cuando se hizo expulsar terminado el juego para esquivar jugar contra Atlas. Y desde entonces, es sólo un fiambre en la memoria de los necios.

Los contrastes aumentaban al correr de los minutos. América se engolosinaba, se cebaba de la misma sangre que iba manando gol a gol. Quería más, siempre más. ¿Chivas? Reaccionaba apenas por inercia. Era cómplice de su propia eutanasia.

Sí, en las estériles alforjas hormonales de los jugadores de Chivas, no había condiciones para un milagro, pero también, en la demencia directriz de Paunovic había ya alucinaciones más que coherencias. Peor aún, se entregó sin un ápice de cordura y astucia, a la emboscada americanista del segundo tiempo.

Lo que hizo América con Chivas fue casi un acto de pederastia futbolística y emocional. “¡Niños caguengues!”, les vomitaría Jorge Vergara en la cara. “Sí, pero millonarios”, le responderían.

¿Cómo cambiar la historia, Chivas, cuando traicionas tu propia historia? Sí, cuando llegas desnudo, desarmado, rendido, abnegado, resignado a la que una vez era la batalla colosal de un Clásico Nacional.