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Blog de Rafa Ramos: La Liga Mx anhelaba imitar a la Premier; ahora se conforma con imitar a la MLS

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Álvaro Morales envía un mensaje directo al 'Pollo' Briseño (0:34)

Luego del rodillazo que Antonio Briseño le dio a Diego Valdés en la vuelta de octavos de final de la Concachampions, 'El Brujo' expone su postura al respecto. (0:34)

El Clásico más reciente entre América y Chivas dejó constancia de que puede haber espectáculo en estos partidos, por ende se debe exigir a ambos equipos que la propuesta prevalezca y gane la afición.


LOS ÁNGELES -- El Clásico Nacional del miércoles debió abrirle los ojos a todo el universo del futbol mexicano. A todos, empezando por directivos, entrenadores, aficionados, pero, especialmente a los futbolistas.

Un placer culposo personal es ser adicto a la Liga Premier. No voy a caer en discusiones bizantinas sobre si es o no la mejor Liga del mundo. Pero es, sin duda, la más espectacular. Ahí radica el encanto: el más humilde del torneo es capaz de sorrajarle al más poderoso, y echándole además confeti sobre la tumba con los papelitos de las estadísticas y las nóminas de jugadores. Hay, sin duda, castas sociales y financieras insalvables, pero no competitivas.

Es, la Premier, una Liga poblada de derbys, rivalidades y clásicos, por eso, la adrenalina y un implacable honor competitivo prevalece cada semana. Y es la única en el mundo que ofrece ese elíxir sagrado de la disputa, sea cualquiera que sea el partido programado.

Cierto, los mejores futbolistas del mundo, con contadísimas excepciones, están ahí, y eso provoca un elevado nivel técnico, emocional y pasional en la cancha, además, con esplendorosos panoramas en las tribunas. Si Usted es un apasionado del futbol y no conoce Wembley, o no ha caminado solo, en el Anfield donde “You’ll never walk alone”, debe agregarlo a su bouquet o ramillete de pendientes en la vida.

Sí, pero qué demonios tiene que ver la magnificencia de la Premier con el tercermundismo prevalente, y a veces decadente de la Liga Mx. Precisamente que los futbolistas tienen la misma conformación de los que enaltecen el futbol en Inglaterra: dos piernas, dos brazos, una cabeza y el mismo balón, como redondo y obeso objeto del deseo. Claro hay artistas allá y hay palurdos acá.

El Clásico Nacional del miércoles entre Chivas y América, fue un referente de que el nivel de espectacularidad puede alcanzarse, insisto, respetando las distancias entre el nivel atlético, técnico, emocional y profesional de los jugadores de ambas ligas.

Un Rebaño que salió ya condenado a la cancha, con el féretro abierto, los cirios encendidos, el sepulturero con la camisa arremangada y las urracas olisqueando el festín de los gusanos. No hubo tal, afortunadamente. Sí, al final, Chivas quedó eliminado, pero, al menos dignificó la competencia. Es decir, sí, al final, sepultaron al Guadalajara en la Concachampions, pero no lo hicieron boca abajo, como se entierra a los indignos, a los despreciables, a los cobardes.

Y claro, ni remotamente coincido con la estulticia verborreica de Javier Hernández, de querer consolar a su afición, con el “le ganamos al invencible en el Azteca”. Algo así como “me vejó, pero no me grabó para su TikTok”.

Mientras América tiene un plantel de futbolistas en el que todos, en algún momento, han sido seleccionados nacionales, y muchos aún son seleccionables, en el Guadalajara es difícil encontrar parque para Jaime Lozano, a no ser el Piojo Alvarado y, porque no hay más, Orozco Chiquete. Vamos, hasta en la banca, El Nido tiene un técnico que es campeón olímpico (André Soares Jardine), y Chivas tiene, apenas, un proyecto incierto de entrenador (Fernando Gago).

Aún así, vimos la sublevación de los condenados, o en términos de Bruno Traven, “La Rebelión de los Colgados”. Los patos decidieron tirarles a las escopetas, y lo hicieron con inusitada puntería. Cierto, la defensa de América fue una tristeza. Cuando te rematan de cabeza tres jugadores más bajitos, alguien no hizo la chamba, como Igor Lichnovsky quien seguía turulato y modorro por haberse desvelado la noche previa grabando un video.

Pero se agradece la intensidad. La de ambos. La del convicto rojiblanco, desde el primer segundo de juego, y la del burgués azulcrema, cuando se dio cuenta que debajo de la zalea, aún seguía el tigre con vida. Entre ambos le restauraron al Clásico Nacional la alcurnia que a veces parece degradarse.

Colaboró a ello el arbitraje del guatemalteco Mario Escobar. Administró las tarjetas, permitió rudezas, algunas incluso innecesarias, especialmente la del “Knorr Suiza” Briseño, quien alevosamente, con deseos canibalescos de cercenar, se arrojó con la rodilla sobre el espinazo de Diego Valdés. Afortunadamente su rabia, su estulticia, le hizo errar en el blanco, de otra manera le estarían cambiando el chasis y el cigüeñal al chileno.

Y si bien el silbante debió mostrar una media docena de amarillas y un par de rojas a Chivas, permitir esa enjundia, en futbolistas poco aptos incluso para ello, como la cacería del escuálido Piojo Alvarado sobre Álvaro Fidalgo, mostró que se puede jugar entre equipos mexicanos, con esa tolerancia e intensidad que existe partido a partido en la Premier, aunque, quede claro, no con la misma excelencia futbolística.

Raúl Arias, aquel del vistoso Necaxa, que sólo, sospechosamente frenó sus ímpetus ante el América, cuando era hermano bastardo en la cuna de la Multipropiedad de Televisa, ése mismo que le gusta “chupar tranquilo”, hizo una severa y sólida advertencia: “el arbitraje mima demasiado y debilita al jugador mexicano”. Y tiene toda la razón. Ese Clásico Nacional del miércoles, con árbitro y VAR mexicanos, habría dejado a Chivas con siete en la cancha. Además de malo, tendencioso, doloso y sospechoso, el arbitraje mexicano gusta de sobreproteger al jugador y le resta intensidad obligando a la tibieza.

¿Podríamos esperar nueve “clásicos” semana a semana en la Liga Mx? Sin duda. Aún entre los paupérrimos planteles de algunos clubes que parasitan e intoxican. Porque lo único necesario es que los técnicos arenguen y trabajen para convertir a sus muñequitos de porcelana en legionarios espartanos de su oficio. Al fin y al cabo, gozan –todos--, de sueldos que son insultantes para el resto de la población mexicana.

Pero no está en manos de ustedes, mis tres asiduos lectores, y menos en las mías. Está en manos de los dirigentes que exijan a sus entrenadores y a sus futbolistas, pero, principalmente, en los jugadores, que con frecuencia desprecian ese escenario de privilegio que gozan al desarrollar con todos los placeres el oficio de ensueño de jugar al futbol.

Recuérdese que en tiempos de Justino Compeán y Decio de María se proyectó adaptar al futbol mexicano los modelos europeos, especialmente el de la Premier. “Tendremos una liga igual”, dijo Decio. Semejante absurdo se vino abajo al paso del tiempo, ante barbaridades como la Multipropiedad, el abuso de extranjeros y la desaparición de ascenso y descenso.

Quedaba claro que esa ilusión de Decio y su Liga Premier, estaba más cerca de la demencia que de la coherencia. Pero aún así, tanto él como Enrique Bonilla su sucesor, vociferaban que la liga mexicana se encontraba entre las cinco mejores del mundo.

Ahora con Juan Carlos Rodríguez, se planteó un proyecto para lograr que, a largo plazo, cada franquicia del futbol mexicano pueda alcanzar un valor de 300 millones de dólares, algo similar a lo que ya ocurre en la MLS. Cuando se habló de esto, los parásitos de la Multipropiedad, como los grupos Orlegi, Pachuca, Azteca y Caliente, se negaron a vender a sus equipos rémora, a sus equipos vesícula purulenta, cuando tenían ofertas entre los 75 y los 120 millones de dólares.

Imagínese la depreciación, la degeneración, el envilecimiento del futbol de México, que de la grandísima idiotez de querer llegar a ser como la Premier, ahora apenas aspira a competir con la MLS. Penoso ese síntoma de decadencia.

¿Quieren revalorar las franquicias? Ofrezcan espectáculo. Obliguen a sus entrenadores y jugadores, a dignificar lo que ofrecen en la cancha, y no a jugar bajo el salario del miedo y bajo el miedo por el salario.

Chivas y América, más allá de la pasión ancestral, demostraron que se puede, cuando el jugador pasa del letargo y la narcotización del conformismo, a disfrutar a plenitud de su oficio, que, entiéndase, ninguno de los extranjeros de la Liga Mx, podría recibir un mejor salario en sus países de origen,

Pero, insisto, esto no está en manos de ustedes aficionados, y menos en las mías. Un futbol dirigido, principalmente, por tipos de supina ignorancia en futbol, más atentos a la voracidad financiera y a la grilla, que al desarrollo del futbolista.

De hecho, revise el calendario de juegos de la jornada 12 y dígame cuál de los partidos, a excepción de un nuevo Chivas contra América, y eventualmente un Cruz Azul ante Necaxa, le hace frotarse las manos por estar al pendiente de él, más allá de que hoy, únicamente el Pachuca es el equipo que garantiza deleite por el precio del boleto. Y lo de Guillermo Almada es un tema aparte.