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Chile 1962: Un partido de barrios bajos

Una vulgar representación de un partido fue lo que mostraron Chile e Italia, digno de una pelea callejera. Lo que ocasionaron, es que el árbitro del juego inventara las tarjetas años más tarde.

El árbitro inglés, Ken Aston tenía los ojos fijos en su auxiliar en la banda, el mexicano Fernando Buergo; parecía que no lo miraba con particularidad pero de algún modo suplicaba ayuda. En medio del campo, los jugadores chilenos e italianos se agarraban a trompadas en un partido mundialista.

Sucedió en el estadio Nacional de Santiago. No fue eso un juego de futbol sino una pelea callejera. Lo que inició con una pelota en los pies, terminó con golpes en la cara. Todo por unas notas periodísticas.

Los enviados del diario Il Resto del Carlino, Antonio Ghirelli y Corrado Pizzinelli, tuvieron el mal tino de ser insensibles con una nación que acababa de sufrir un devastador terremoto de 9.5 grados y que a empellones llegó a la realización del Mundial.

Además de que hablaban en sus crónicas sobre un país que estaba alejado del mundo, hicieron hincapié en que fallaban los teléfonos, los taxis eran extraños, las comunicaciones lentas y la pobreza extrema. En un plano más general, pintaron la fealdad absoluta de un pueblo chileno que tomó esta afrenta como un asunto patriótico.

El latino, de sangre caliente, deshonrado como es su costumbre cuando cuestionan su forma de vida y la tierra que habita, pensó que la mejor forma era expulsando a los italianos de sus latitudes. Así, comenzó un ambiente enrarecido como preámbulo del juego, primero echando del país a los periodistas para luego ir sobre la selección italiana a los que ya veían con aborrecimiento en su campo de concentración, en la escuela de aviación Capitán Ávalos.

Los azzurri entendiendo que la situación no era nada amistosa, saltaron al campo regalando claveles que les fueron regresados de las tribunas envueltos en silbidos. Bueno, ya estaba, ¡qué se le iba a hacer! Pero los jugadores chilenos, investidos con armadura de guerra, fueron los elegidos para lavar el honor del país entero. Había 66 mil espectadores pidiendo sangre esa tarde en Santiago o si se quiere ver de una forma más apológica para la guerra, el estadio era un coliseo romano. Así lo quiso también Italia que se preparó para la violencia. Nunca se había visto un espectáculo tan bochornoso y vil para el futbol.

Los jugadores se atreverían a todo. Y lo primero fue una barrida por detrás del italiano Giorgio Ferrin sobre Leonel Sánchez; en la misma acción, otro chileno, Eladio Rojas le cayó encima, casi sin querer pero buscando lastimarlo. Ferrin se levantó y le dio un puntapié a Rojas. Aston se interpuso entre ambos y al dar la espalda, Humberto Maschio le dio un puñetazo en el rostro a Leonel Sánchez, que se burlaba de la situación.

Ken Aston pedía ayuda como el árbitro solitario y triste que era. Su auxiliar mexicano trataba de contener los desafíos, los golpes, la lucha libre en la hierba y las bandas callejeras que simulaban ser futbolistas.

Sin existir tarjetas aún, Aston echó del terreno de juego a Ferrin por la patada a Rojas. Lo sacó casi a empujones del campo mientras los italianos lo comían a insultos. Los ruidos, los golpes, las gradas excitadas, todo ello era un ambiente más de una pelea de box que de un juego de futbol.

A los dos minutos, otra falta y nuevamente el tumulto. En la escena, alejado del embrollo, Leonel Sánchez se vengó de Maschio al encontrarlo a su paso, le regresó el puñetazo en la cara y le fracturó la nariz. Con todo y eso el italiano seguiría en el campo.

Iban 12 minutos de partido jugado y 6 de peleas. Pero faltaban más puñetazos. El clímax se vivió después cuando Leonel Sánchez intentó desbordar a Mario David, no pudo y el balón se atoró en su piernas cuando estaba caído, ahí el italiano aprovechó para darle varias patadas con el pretexto de querer sacar la redonda; Sánchez, hijo de un boxeador, no lo pensó más y se levantó para dar un cruzado de izquierda a su oponente, fue el detonante para que las rayas de cal se llenaran de llamas.

Ken Aston tardó en hacer justicia, porque se metieron fotógrafos, directivos, médicos, jugadores de banca y curiosos. Expulsó con un movimiento de mano a los dos jugadores aunque para ello empleara varios minutos y los carabineros mancharan el terreno de juego con su presencia para sacar a los jugadores. Así que Italia con 9 elementos y Chile con 10, siguieron su encuentro señalando culpables y con el cuchillo entre las manos.

De por sí, esta Italia de Paolo Mazza buscó ser defensiva para este encuentro tan caliente. Del empate a cero con Alemania en el debut a este partido, realizó seis modificaciones, metiendo a jugadores de pierna dura e intolerable paciencia. Por eso se siguieron pegando en lugar de hacer futbol. Chile aprovechó ser local y su hombre de más para hacer dos goles, de Jaime Ramírez y Jorge Toro.

Hubo durante el juego otra coz, alguna patada salvaje, uno que otro futbolista con sangre en el rostro y varios adoloridos. Ya no había necesidad de seguir con tan vergonzoso encuentro. Chile ganó e Italia perdió pero ambas selecciones humillaron al futbol.

Para mayor indecencia, al acabar el partido con el silbatazo del árbitro, Maschio le tiró un golpe al chileno Honorino Landa. Ken Aston lo observó pero harto del macabro show prefirió irse al vestidor mientras los futbolistas se seguían creyendo en un ring.

De este juego de 1962 resultó algo positivo. Ken Aston, ya retirado y siendo miembro de la comisión de árbitros de la FIFA, iba manejando por una calle de Londres, “seguía pensando en aquel partido, de si lo hice bien o mal y de que faltaba algo para cuando pasaran estas cosas. De pronto el semáforo me detuvo y fue cuando me di cuenta; amarillo, puedes seguir con cautela, sería la amonestación; rojo, te frenas o lo que es lo mismo, ya no puedes seguir, sería la expulsión”. Así inventó las tarjetas.

Esta historia es parte de una colección de 20 escritos, uno por cada Mundial, desde Uruguay 1930 hasta Brasil 2014: