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España 1982: Una exhibición vergonzosa

El jeque Fahd Al-Ahmad Al-Sabah detuvo un partido de Copa del Mundo al bajar desde su palco a la cancha. El final de su vida sería lamentable.

I

Hubo una muerte en un palacio. Acababa de salir el sol. Unas tropas militares entraron por la fuerza y al tipo le dieron cinco balazos en el pecho. Acto seguido y con sonrisa burlona, echaron el cuerpo encima de un tanque para pasearlo entre calles polvosas, áridas y sangrientas. Una vergonzosa exhibición de provocación como preámbulo de la Guerra del Golfo Pérsico.

II

Ocho años antes de ese suceso hubo un pasaje extraño e inolvidable en el Mundial de España. Lo del jeque Fahd Al-Ahmad Al-Sabah lejos de hermanar en lo deportivo, dejó una sensación extravagante cuando indignado por un gol, bajó de su palco a reclamar que fuera invalidado, ¡lo que ocurrió finalmente!

Al-Ahmad Al-Sabah fue hijo del Emir Ahmad Al-Yaber. Antes de cumplir los 20 años participó en la Guerra de los seis días contra Israel y al regreso a casa fue recompensado con la dirigencia del Comité Olímpico de Kuwait. El cargo lo llevó ostentosamente toda su vida, aunque en realidad, lo que le apasionaba sobremanera era el futbol, por lo que también era el presidente de su federación.

Por eso no cesaría hasta que Kuwait fuera a un Mundial y para ello contrató al brasileño Carlos Alberto Parreira, al que a base de chequera convenció para encarar la eliminatoria trayéndolo del Fluminense. No era broma lo de Al-Ahmad Al-Sabah, durante el proceso de dos años concentró a sus jugadores quitándolos de sus equipos y los recompensó con millonarias sumas cuando obtuvieron el pase a España ‘82. Prueba de ello fue que el capitán Saad Al-Hutti pudo comprar un palacio y el delantero Al-Dakhil parte de las aerolíneas kuwaitís.

El jeque miraba a su equipo atento y a la vez distante, como si los viera a través de un vidrio. Kuwait debutó con empate ante Checoslovaquia y había esperanzas de hacer un gran papel. Pero el templo que construyó se vino abajo cuando jugaron contra Francia en el estadio de Valladolid. Una virtuosa actuación de Michel Platini, Maxime Bassis, Bernard Genghini y Didier Six, tenía el partido casi caminando y sin transpirar, 3 a 1. A cinco minutos del final, un ataque francés fue distraído por un silbatazo de las tribunas. Todos se detuvieron un instante, pero al poco arrancaron de nuevo y vino el gol de Alain Giresse.

Fue entonces cuando Al-Ahmad Al-Sabah indignado, hizo señas a su equipo para que se salieran del campo. Como los jugadores no entendían, él miso bajó al césped. La policía española, que había mostrado mano dura con los aficionados ingleses principalmente, le hizo en realidad una guardia de honor y lo dejaron pasar hasta donde estaba el árbitro soviético Miroslav Stupar.

El jeque, con su séquito de seguridad entre los que estaba un personaje extraño que cargaba un portafolio, reclamaba invalidar el gol por el pitido escuchado momentos antes. Stupar consultó con su juez de línea mientras la cancha era un revoltijo de invasores. Giresse murmuraba con Platini, “le decía que esto era ridículo, que entonces nos quitaran los goles y que ganara Kuwait. No podía bajar el jeque y decirle al árbitro qué hacer”.

Y lo rocambolesco fue que el árbitro no sólo anuló un gol legítimo, sino que expulsó del terreno de juego al estratega francés Michel Hidalgo por haber reclamado su increíble decisión.

La FIFA multó al Jeque Al-Ahmad Al-Sabah con 8 mil dólares, los que seguramente traía en su bolsillo. De nada le valió porque al minuto de reanudarse el juego, el cuarto gol finalmente llegó por medio de Bassis.

Dicen que el árbitro soviético Stupar, vio un gigantesco cuchillo en la cintura de Al-Ahmad Al-Sabah. Otra versión era que el hombre que acompañaba al jeque con un portafolio, llevaba una bomba dentro. Lo que haya sido, el silbante tendrá que hacerle caso a su nostalgia cuando recuerde este penoso episodio porque fue expulsado de la FIFA de por vida.

III

El 2 de junio de 1990, las tropas de Irak que envió Saddam Hussein a invadir Kuwait entraron de golpe en el Palacio Dasman. Era el amanecer. El Emir tuvo tiempo de huir, pero su noveno hijo, Fahd Al-Ahmad Al-Sabah se quedó a combatir siendo muerto casi al instante. Su cuerpo fue puesto en un tanque y exhibido por las calles. Una semana antes había cumplido 45 años. En 1982, detuvo vergonzosamente un partido de Copa del Mundo.

Esta historia es parte de una colección de 20 escritos, uno por cada Mundial, desde Uruguay 1930 hasta Brasil 2014: